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Fernando Granda

Unos cercanías que necesitamos

El deterioro del tren en Asturias

Vengo en el tren de las once, hago mis cosas, paseo, charlo con los amigos? Hoy por ejemplo voy a que Pelayo me corte el pelo. Luego a la una y media viene mi mujer a recogerme", relata Manolo Cué su mañana de cada día. Reside en Poo y a sus 80 años, ya jubilado y pendiente de analíticas y reconocimientos, busca alguna actividad para salir de su vida rutinaria y sedentaria en el concejo de Llanes. No suben muchas personas en el apeadero del pueblo, a unos dos kilómetros de "la villa". Sólo algunas mujeres que acuden a la compra o ancianos a los servicios médicos. No hay otro transporte público. Tanto Cué, pionero, uno de los forjadores de que la zona sea de las más importantes comarcas turísticas del Principado -fundó el camping Sorraos hace medio siglo- pero con limitación médica para conducir, como el resto de los viajeros, necesitan el tren.

Pero en Asturias el ferrocarril se acerca a la calamidad. Explicaba recientemente en LA NUEVA ESPAÑA José A. Ordoñez las propuestas que un equipo de la administración astur ofrecía un plan al Ministerio de Fomento, responsable de la red de líneas férreas, Renfe y Feve, para optimizar el uso de nuestras vías, según parece las más extensas y las peor utilizadas del país. Según este redactor, especializado en información sobre las infraestructuras, el informe gubernamental astur señalaba como básico el establecimiento de trayectos directos y rápidos, eliminando en ciertos convoyes las paradas en las estaciones y apeaderos escasamente utilizados en un gran porcentaje. Y resaltaba una planificación con trenes cada quince o veinte minutos, dependiendo de los itinerarios, para hacer eficiente y atractivo este medio poco contaminante y de gran valor para los no conductores, que son cerca de un 45% de los españoles.

"Llanes-Vegadeo, como ir a Nueva York" señalaba un reportaje en este diario, que atañía a los dos ramales de la red viaria transcantábrica, los trayectos que enlazan el centro de la comunidad con Galicia y con Cantabria. Reivindicamos desde aquí la optimación de estas líneas, de gran importancia tanto para el occidente como para el oriente. Zonas donde no hay líneas de autobuses locales, de cercanía, y solamente transportes especiales para los días de mercado en la villa o de largo recorrido que cubren grandes distancias pero no unen pueblos de las comarcas. Hacen falta enlaces entre las pequeñas poblaciones y la capital municipal y entre los consecutivos concejos. De momento no se pide la construcción de nuevas vías, ni la ampliación de la red con caminos a otras direcciones, como podrían ser, por ejemplo, líneas nuevas de Luarca a Tineo o Cangas del Narcea, o de Arriondas a Cabrales.

Creo que mejoraría enormemente el servicio tanto en occidente como en oriente estableciendo trenes cada hora o intervalos parecidos en varios trayectos cortos de unos cincuenta kilómetros. Pongamos entre Llanes y el hospital comarcal del Oriente, en Arriondas. Comunica este tramo pueblos con entidad que se encuentran fuera de la autovía como Posada, Nueva, Ribadesella, Cuevas y realizaría un servicio imprescindible para ese muy alto porcentaje de personas que no tienen coche, ni carnet de conducir, son mayores para manejar un auto o desean disfrutar contemplando con tranquilidad el bello paisaje. Se lograría así dinamizar y cohesionar unas comarcas ahora casi abandonadas por los servicios ferroviarios en cuanto a horarios, frecuencias, número de convoyes, puntualidad. Se rentabilizaría una red, se agilizaría un servicio abandonado por los usuarios por inoperante, no práctico, inservible para las tareas cotidianas, como ocurre ahora con las comunicaciones entre Siero y Gijón. Se convertiría en útil una infraestructura en estos momentos tan mal organizada, tan desaprovechada, tan ineficiente que se acerca a lo inservible, incómodo, fuera de uso. Pasaría a ser algo práctico que sirve al usuario, que puede recuperar esa tercera parte de viajeros que lo abandonó últimamente por su inutilidad.

Bromeaba Ricardo, el abuelo de Manolo Cué, contando que él viajaba gratis todos los martes al mercado de Llanes. No sacaba billete y el revisor al no pagar el trayecto le obligaba a bajar del tren en la siguiente estación, Celorio, que era la más cercana a Barro, donde vivían. Y es que el ferrocarril era el mejor transporte en aquellos tiempos. El único. Recientemente he comprobado personalmente cómo funcionan los servicios de cercanías en varios países europeos. Y he comprobado así que el tren sigue siendo uno de los mejores y más eficaces medios -lo señalaba aquí un reciente editorial y estamos de acuerdo- para viajar. Y lo necesitamos.

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