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Profesor de Matemática Aplicada de la Universidad

"Kandooj" y la ciudad de las lluvias plateadas

Las similitudes entre unos pueblos y otros y el actual desastre humanitario

En homenaje a todos los que sufren y son expulsados de su tierra.

Nadie emigra por placer, sino por necesidad.

Oviedo, 1 de septiembre de 2015

Mi padre nació en el hórreo de la Premaña, el que queda en el campo de golf de Las Caldas. Yo ya nací más tirando para el centro, en la calle General Zubillaga, que a veces se escribe con b y otras con v, y cuyo batallón fue enviado a Asturias con motivo de la huelga de 1917. El hórreo es uno de los signos inequívocos de nuestra región. También lo es la lucha obrera, que proviene de una rápida industrialización y del ansia de mejora de las condiciones laborales de los trabajadores, que por entonces eran tratados por las diferentes industrias casi como esclavos. El origen del hórreo es, sin embargo, discutido. Su uso se encuentra diseminado en diferentes regiones de diferentes países, desde la península Ibérica, los Alpes, Escandinavia, los Balcanes y el África subsahariana hasta Persia y el Sudeste Asiático, incluido Japón.

Hoy quiero hablar de los "kandooj", una copia idéntica de los hórreos, que abundan en las provincias de Gilan y Manzadaran, en el norte de Irán, cerca del mar Caspio. Gilan es una de las 30 provincias de Irán, con orígenes próximos a Georgia y Azerbaiyán. Al igual que Asturias, Gilan posee una pluviosidad abundante. Su capital, Rasht, se conoce como la ciudad de las lluvias plateadas. También, al igual que en el caso de Asturias, los árabes musulmanes nunca consiguieron conquistar Gilan, dada la fiereza de los guerreros guilaníes y deilamitas. De hecho, parece ser que mercenarios deilamitas participaron activamente en el Al-Ándalus. ¿Se instalaría alguno de ellos en Asturias y construiría por primera vez uno de estos artilugios? Es más que probable.

Yo no soy historiador y obviamente no conocía la historia de estos territorios. Entonces, ¿por qué hablar de países en principio tan lejanos? La historia comienza hace casi 30 años cuando era estudiante en el Instituto Francés del Petróleo en París. Cuando llegué a estudiar a Francia me tuve que confrontar con el conocimiento de nuevas culturas, como las africanas, magrebíes, latinoamericanas y del Medio Oriente. La verdad es que como español tuve mucha facilidad para acercarme a todas ellas. Los estudiantes magrebíes, marroquíes, argelinos y tunecinos me consideraron en seguida y desde el principio su primo del Norte. Yo también a ellos. Sentía, no obstante, que el estrecho de Gibraltar era mucho más que los 14,4 kilómetros de distancia que existen desde Punta Oliveros hasta Punta Cires. Los españoles siempre tenemos facilidad para conectar con todas estas culturas, debido a nuestro pasado y a la cantidad de pueblos diferentes que han dejado su huella en la península Ibérica. Con los estudiantes latinoamericanos parecía evidente, pues compartíamos la misma lengua, aunque a veces los recovecos del idioma y las diferentes culturas hiciesen que el entendimiento no fuese inmediato y que fuese necesario iterar en las preguntas. Es una experiencia gratificante sentirse tan cercano y tan lejano al mismo tiempo. Pero lo que más me extrañó de todos estos encuentros fue la gran similitud y el entendimiento inmediato que tuve con todos los pueblos del Medio Oriente, particularmente con libaneses e iraníes, pues son con los que más ocasión tuve de tratar. Ocurrió en París con mi gran amigo Saeb el Hachem, o en Inglaterra con mi gran amigo Marwan Chabani y en Estados Unidos con toda la diáspora iraní, uno por uno. En todos los casos me sentí no sólo próximo, sino en casa. Ésa fue una sensación que no supe explicar durante mucho tiempo, hasta que un día, hablándole de Asturias a mi alumno persa de la Universidad de Berkeley Siamak Nazari, le enseñé fotografías de Asturias, de sus valles, de sus costas y también de sus casas tradicionales y de sus hórreos. Siamak me respondió al minuto: "Iguales los tenemos en Irán, en la región de donde vengo". Casi salto de mi silla, pero como conozco bien el chauvinismo de los iraníes (lo digo con cariño) y sabía que los persas lo han inventado todo, me eché una risa, y le respondí en tono irónico: ¡Of course! Esperaba que Siamak me respondiera como Pépé, el hijo de Soupalognon y Crouton (sopa de cebolla con picatostes), jefe del poblado español insurrecto de las historietas de Astérix y Obélix, conteniendo la respiración cuando no estaba contento. Pero esta vez Siamak se ausentó un instante y me envió un e-mail que contenía en "attached" la foto del "kandooj" que aparece en este artículo. Rumi, que era como me llamaban mis amigos iraníes californianos, "púsose nerviosu". ¡Era igual que un hórreo, la casa colindante tenía antojana, e incluso crecían los dientes de león por doquier! ¡Guau! Se la envié a mi padre por e-mail desde California y le pregunté dónde había sido tomada esta foto. Laudelino, a sus 80 años, me respondió al instante: "Las Caldas". ¡Sólo faltaba en la foto el alcalde d'Uviéu jugando al golf!, que para eso se hicieron todas esas inversiones "públicas" en la zona, y más tarde, como siempre, llegarían las privadas. Se conoce bien el algoritmo: ¡Converge!

De repente entendí aquello que no había entendido durante mucho tiempo y que sólo había intuido: quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Oigo a Anabel Santiago cantando magistralmente "Ay, un galán d'esta villa", acompañada a la guitarra acústica por Michael Lee Wolfe, un "asturianu" de Pensilvania:

"Esta tierra nun ye d'el,

esta tierra ye de nadie,

ye del que llegó primeru,

¡ay, del que llegó más tarde!" y pienso que la mezcla siempre ha proporcionado muy buenos resultados. También pienso en el sufrimiento de todos nuestros primos-hermanos-del-kandooj, que intentan llegar a Europa huyendo del hambre, de la guerra, de la miseria. Pienso en los 50 millones de refugiados que se mueven por el planeta como zombis debido a la estupidez y codicia de los seres humanos, y pido desde aquí a nuestros gobiernos, nacional y regional, que colaboren en buscarles acomodo, y más teniendo en cuenta la cantidad de pueblos abandonados que existen en Asturias y en España. Sitio es lo que sobra, sólo falta voluntad. Estoy seguro de que vendrán para aportar y amarán siempre su país de acogida, mucho más que todos estos nacionalistas que tienen nuestra atención secuestrada.

La Europa cobarde no puede mirar a otro lado, ¡debe reaccionar ya! Y también deben colaborar los Estados Unidos, pues tienen gran parte de culpa. No nos podemos quedar con la visión naíf que en su día hubo en las democracias europeas con las revueltas de la "primavera árabe" o con las guerras sin sentido que han dado paso a un sistema caótico. Se podrían repasar en un momento: Líbano, Palestina, Afganistán y el nacimiento de los talibanes, el renacimiento de los ayatolás en Irán, la guerra Irán-Irak, la invasión de Kuwait (país que tiene el nombre del crudo Q-8 que allí se explota), la guerra de Irak, la "primavera árabe", la guerra de Libia y el genocidio sirio, etcétera. Cada una de estas guerras ha generado un monstruo de mayores dimensiones. Sólo hay que ver actualmente la importancia del Estado Islámico. Si lo quisiésemos hacer peor, no lo hubiésemos mejorado: la estupidez y la fiebre anticomunista de los Estados Unidos y la tibieza europea. Ahora sólo queda asumir. Pensemos en los pobladores de esas tierras asturianas que nos trajeron el "kandooj".

Vuelvo a Anabel Santiago y a la tonada asturiana, que recuerda a sones venidos de estos países a priori tan lejanos. Son lo mismo, sólo cambia el idioma. ¡Échense las manos a la cabeza! El Festival de Lorient podría haberse celebrado en Rasht y quedaríamos tan tranquilos. Con este desastre humanitario sólo nos estamos mirando al espejo.

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