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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Los chicos (y las chicas) de la banderita

Izquierda Unida y sus añoranzas de la República

Aparece en la televisión Cayo Lara soltando sus nademas y sus obviemas, con esa voz grave y esa dicción cansina de que la naturaleza lo ha dotado para aburrirnos. Detrás de él, una bandera roja (la de su partido, el PC, que se traviste en IU) y una bandera roja, gualda y morada. De mano no entiendo qué representa. Después caigo en la cuenta de que acaso quiera ser la bandera de la II República. Me extraño, no lo entiendo. ¿Acaso Lara y su partido no son de hoy, sino de hace 85 años? Es posible, algo arcaicos sí son. Pero luego acudo a algunos textos, y veo que don Cayo y los suyos añoran aquella República, que tienen por modélica, y quieren volver a sus valores.

Es posible que no sepan historia (he visto contar tantas mentiras en las aulas y en la prensa sobre aquel periodo que es posible que hasta los autores de la ficción acaben por creer sus fabulaciones). ¿Quién añoraría un régimen que quiso empezar con un golpe fallido -el de Galán-, padeció varias intentonas golpistas -la de Sanjurjo, la del PSOE y la UGT en el 34- y concluyó con una guerra sangrienta entre hermanos, de tres años, a la que siguió una cruel dictadura? ¿O es acaso su clima de violencia en las calles y los campos lo que echa en falta, la disposición al enfrentamiento de una parte de los españoles contra otra parte?

Porque en lo tocante a libertades, garantía de las mismas, protección social, organización territorial compleja -ya no digo la riqueza, que depende esa de los tiempos-, ¿en cuánto no supera nuestra democracia a la de entonces? ¿Que aquello era una república, donde se elegía al jefe del Estado, pues y esto una monarquía? Evidentemente.

Pero lo que más me llama la atención es que tanto él como todos esos chicos de la banderita, que cada vez que hay una manifestación sacan la bandera tricolor en procesión -en realidad, pendón, puesto que no es hoy más que una enseña identificativa de particulares-, cuelguen de ella y su exhibición tantos ardores y enfotos. Se puede ser republicano, monárquico o accidentalista; si uno es republicano puede, y acaso debe, luchar por el santo advenimiento. ¡Pero ligar una idea de forma unívoca a una enseña, como ligan su pasión a sus colores los hinchas de un equipo de fútbol! ¿Acaso la tercera república no lo sería con la misma bandera que ahora tenemos, al igual que lo fue la primera? ¿Perdería su virtud si no cambiase los colores? Hay mucho de mirada adolescente en todas esas simplificaciones.

Mi trasgu particular, Abrilgüeyu -montera picona, medides de Candás, siemprevives, chaleco-, se me aparece no en la televisión, como don Cayo, sino sobre la impresora.

-Y de las chicas de la banderita, ¿qué? ¿No vas a hablar?

-Oye, yo no soy de los de la matraca del género, como si fuese un representante de paños catalanes, no digo "chicos y chicas de la bande rita".

-No, hombre, no. No me refiero a ésos. Me refiero a las Chicas de la Cruz Roja, aquella película del año 58, Conchita Velasco, Luz Márquez, Mabel Karr y Katia Loritz, sobre todo ésta -me da la impresión de que le cae un hilo de saliva al mentarla-. Yo cuando veo a los chicos de la banderita me acuerdo inmediatamente de éstas. Ellas también andaban todo el día por la calle ximielgando la banderita. ¡Y en cuanto a rojas, ya me dirás: de la Cruz Roja!

Hace una pausa y vuelve:

-Aunque yo para dormir prefiero a Cayo Lara, antes que a Concha o la Loritz.

Quedo suspenso y lo miro horrorizado. A ver si ahora también los trasgos van a salir del armario, o lo que tengan por tal. Él me contempla, queda un segundo pensativo e irrumpe en una gran carcajada.

-No, hombre, nunca fuiste muy listo. He dicho "para dormir", "para dor-mir-me" -silabea-, con uso pronominal, no "para dormir con", con suplemento. Que ni siquiera gramática sabes.

-Y es que para dormir a las piedras no lo hay como don Cayo -concluye.

Vuelve a carcajear. Y después hace un gesto como de echar un culín de sidra.

-¿O vas decime que non?

Y es entonces, todo aclarado, cuando yo subo el paréntesis al titular.

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