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El fútbol no es para mujeres

Tres chicas arbitran por primera vez en Galicia, y quizá en España, un partido

Tres chicas han arbitrado por primera vez en Galicia -y quizá en España- un partido de fútbol de Tercera; aunque la verdadera noticia es que esto sea noticia. No lo sería si los reglamentos permitiesen jugar a las mujeres junto a los hombres sin más limitación que su talento para el regate o el tiro a puerta; o si su presencia fuera habitual en los banquillos como entrenadoras. Lo de las árbitras no pasa de ser una nota de color (femenino) en uno de los últimos ámbitos donde todavía reina la discriminación por razón de sexo.

Aunque para jugar al fútbol no haga falta más que una pelota, la FIFA exige que los futbolistas profesionales tengan al menos dos. "Se debe mantener una clara división entre el fútbol masculino y el femenino", sentenció su presidente Joseph Blatter años antes de que ciertos chanchullos de ese organismo lo redujesen a su actual mudez. Blatter no razonó su argumento, por el mismo motivo que tampoco Vujadin Boskov dio mayores explicaciones sobre su enigmática y redundante definición: "Fútbol es fútbol". Hay cosas que se rigen por la ley de la gravedad y otras que caen por su propio peso, ya se sabe.

Las feministas que tanto -y tan bien- lucharon por el derecho de las mujeres a trabajar en oficios generalmente mal remunerados muestran sin embargo una rara timidez para exigir la igualdad en el dominio del balón. Gracias a su tesón, las señoras pueden bajar hoy a la mina, trabajar en el andamio o en la cátedra, ser ministras, militares y ejercer labores de exigencia física comparable a la del fútbol.

Lo que no han conseguido todavía es poner fin a la segregación que margina a las mujeres de un mercado laboral como el futbolístico, en el que se ganan sueldos de hasta 30 o 40 millones de euros al año. Se las priva así de la posibilidad de hacer una carrera profesional tan lucrativa como la de Ronaldo o Messi (quien, por cierto, ha abogado a favor de que las chicas jueguen en los mismos equipos que los chicos).

No es una cuestión trivial. En primer lugar, porque se está violando uno de los principios esenciales de la Constitución; y, en segundo pero no menos importante término, porque se despoja a las mujeres del derecho a participar en un negocio que permite ganar dinero a patadas. Tanto literalmente como en el sentido metafórico de la expresión.

Progresistas, pero no tontos, los varones han conseguido que la mujer se liberase de sus tradicionales roles mediante el pluriempleo. Por la mañana trabaja en la oficina o en el taller, y por la tarde completa su jornada laboral con la casa y los niños, si los hubiere.

Muchas de ellas encuentran ahora un alivio a esa presión en los estadios, donde cada vez es más notable la asistencia de señoras que han quitado al fútbol su antigua condición de deporte de género. Salvo en el césped, claro está.

El fútbol es, en fin, un ejemplo extremo de que aquí todo ha cambiado para que todo continúe más o menos igual. Como en los tiempos de cierto añejo anuncio de coñac, el balompié sigue siendo cosa de hombres. Con árbitras o sin ellas.

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