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Profesor de Matemática Aplicada en la Universidad

La justicia y la máquina de la verdad

Sobre la violencia de género, la Inquisición y la inteligencia artificial

Ultimamente ha habido dos noticias que me han llamado mucho la atención y que he querido conectar con la justicia y la inteligencia artificial para ver si se puede analizar objetivamente el problema. La primera la leí en un periódico y era alguien que decía que Torquemada sería hoy en día un experto en comunicación ("El País", 19 de julio del 2015). La segunda trata sobre un tema candente, como es la violencia de género, y la oí en la radio. Creo que era la responsable de igualdad del Gobierno que hablaba de unas estadísticas y sobre la falta de denuncia por parte de las implicadas por diferentes causas que no es objeto analizar dado que no poseo ningún dato y razonar sin datos no es más que ilusión. No obstante me llamó la atención una frase que pronunció esta señora en la entrevista con contundencia. Afirmaba: "en el caso de la violencia de género no existen denuncias falsas" ("La ventana" de la Ser, 23 de julio del 2015), lo cual no es cierto porque yo conozco al menos una, y como diría Einstein (siguiendo el principio de falsabilidad de Popper), basta un contraejemplo para demostrar que una afirmación no es cierta. En cualquier caso, y visto cómo lo anunciaba la responsable, me pareció que se trataba más bien de un axioma. Y de eso quiero hablar hoy, conectándolo (como no podría ser de otro modo) con una rama de la ingeniería matemática y de las ciencias de la computación: la inteligencia artificial. ¡Uy, uy, uy!

Empecemos por el principio. La inteligencia artificial es una rama muy amplia del "computer-science", que incluye la visión artificial, la biometría, el aprendizaje automático, los sistemas de reconocimiento de voz, el big-data, etc. En su día creó muchas expectativas y fracasó estrepitosamente porque lo que se llamó inteligencia no implicaba ningún aprendizaje y estaba basada en un conjunto de reglas fijas. Sin embargo actualmente la inteligencia artificial vive una segunda juventud gracias a la irrupción de las técnicas de aprendizaje automático. Seguro que han oído hablar de las redes neuronales que imitan en cierta forma el funcionamiento de nuestras neuronas. En este sentido uno de los libros más impresionantes que he leído y que conocí cuando estaba en la Universidad de Berkeley es el titulado "On Intelligence", de Jeff Hawkins, un verdadero genio de la ciencia y de la comunicación. ¡Menudo Torquemada! Jeff Hawkins es, como muchos tecnólogos americanos, una persona apasionada capaz de llegar hasta el final de su pasión, que es la neurociencia, y conectarla con las ciencias de la computación. Es el creador de diferentes proyectos empresariales de éxito y en particular de la empresa Numenta, cuyo objetivo es el diseño de ordenadores que imitan el funcionamiento del cerebro humano, es decir, de nuestro córtex. Recomiendo fervientemente la lectura de este best seller.

Pues bien, ¿qué me dirían ustedes si los tecnólogos fuésemos capaces de diseñar un robot que ayudase a los jueces a tomar sus decisiones? Yo diría que sería genial, pues estoy seguro de que la justicia sería mucho más justa (valga la redundancia) y poseería menos sesgos. Pensemos en la máquina de la verdad que se utiliza en algunos programas de tele basura para saber si menganito X puso los cuernos a fulanita Y, con menganitas A, B, C... Su funcionamiento es relativamente sencillo y es un problema para ingenieros de telecomunicaciones. Si recuerdan bien, existe una primera fase (aprendizaje) donde al encuestado se le hacen una serie de preguntas evidentes de las cuales se conoce la respuesta. Al mismo tiempo que el encuestado responde se registran una serie de señales en diferentes partes de su cuerpo, y también de su alma, porque luego serán utilizadas para saber si menganito X miente como un bellaco o tiene más razón que un santo. Normalmente con el famoso polígrafo se miden las variaciones de la presión arterial, el ritmo cardiaco, la frecuencia respiratoria o la conductancia de la piel. Con toda esta información tipo big-data (hoy si no dices big-data parece que eres un paleto) se resuelve un problema de aprendizaje de tipo binario, es decir, menganito X miente o no miente.

Aunque les parezca imposible, si se aprende bien, es decir si no se empolla, es posible generalizar, es decir, predecir la respuesta ante una pregunta de resultado desconocido. Se podría de esta manera discernir a un imputado por violación en caso de que existan dudas en su identificación y no se hayan podido tomar muestras de ADN. Como en todo problema de decisión de este tipo, existe lo que se denomina la matriz de confusión, que básicamente contiene 4 términos diferentes: el porcentaje de casos positivos y negativos que están correctamente predichos, y también los falsos positivos y los falsos negativos. Los falsos positivos serían los inculpados de violación que eran inocentes, mientras que los falsos negativos serían los violadores que resultasen exculpados. Se podría diseñar un robot que minimizase dichos fallos para imponer una mayor seguridad jurídica a las afectadas. Nosotros lo hacemos con los genes para diagnosticar enfermedades, pero eso lo dejo para otro día.

Básicamente lo que dice la responsable de igualdad de nuestro país es que la matriz de confusión sólo posee un término: los casos positivos, que son todas las denuncias. Los demás términos no existen. Entonces ¿para qué celebrar un juicio? Si ya se sabe que son culpables, deberían ir directamente a la hoguera. Y aquí nos topamos con Tomás de Torquemada (y no con Jeff Hawkins), para el cual tampoco existía incertidumbre. No sé si sería un gran comunicador, ni tampoco me importa, pero sí sé que fue un gran manipulador e hizo quemar a muchas falsas brujas y a muchos falsos judíos no conversos. De hecho, esto ocurre en todas las dictaduras, lo más sencillo para conseguir la fortuna de tu enemigo es echarle mierda encima. ¡Que se lo cuenten a Maduro! Creo que todos conocen ya la bonita historia de Jean Valjean y también del Conde de Monte Cristo. Hugo y Dumas sí que eran dos grandes espadas que conocían perfectamente y describían magistralmente la miseria humana. Quizás la responsable confundió los conceptos a priori y a posteriori de Thomas Bayes, que fue clérigo presbiteriano. Lo correcto hubiera sido haber dicho lo siguiente: "A priori ninguna denuncia debe de ser considerada falsa. A posteriori hace falta un juicio justo", y todos contentos.

Y termino con un clásico (ahora de la literatura inglesa) de Alfred Lord Tenyson: "Ours is not to reason why. Ours is but to do and die", que básicamente dice que me acabo de meter en un buen berenjenal, pero que tenía que meterme, porque de algún modo esta historia nos afecta. Recuerden el famoso poema de Bertolt Brecht. A ningún hombre que se diga hombre le place la violencia de género, y todos queremos que se meta a los asesinos en la cárcel, pero eso no significa que todo hombre, simplemente por el hecho de serlo, nazca culpable. Las falsas denuncias perjudican a la ley de violencia de género y a las verdaderas víctimas, que seguramente serán una mayoría, no lo dudo. ¡Quién se lo iba a decir al ministro de Justicia López Aguilar! Debería haber tenido un poco más de inteligencia artificial y emocional cuando promulgó una ley tan demagógica. En mi caso yo lo tengo claro: hoy por hoy preferiría que me juzgase un robot y que me aplicase la lógica difusa, en la cual somos expertos en Asturias.

Señores y señoras, expliquen a sus hijos varones la espada de Damocles que pende sobre sus cabezas y eduquen e informen también a sus hijas sobre el derecho que les asiste. Y aunque nunca se debería hacer de tripas corazón en este tema, no está de más, pues la mejor solución es siempre la educación, nunca la desconfianza. Espero que algún día superemos esta fase tan oscura, como en su día superamos la de la Inquisición, aunque como ven sigue coleteando.

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