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Fernando Monreal

Fernando Monreal

Doctor en Medicina y Cirugía

Una historia de romanos

El enriquecimiento de los patricios y el empobrecimiento de los campesinos

Ya que estamos usted y yo, aquí, solos, le contaré una historia de romanos. Era allá por el año 146 a. de C., tras finalizar las guerras púnicas; esas en las que el Imperio de Roma demostró su implacable poderío sobre los cartagineses. Pues bien, una vez que los romanos conquistaron todo el Mediterráneo, al que llamaron "Mare Nostrum" (nuestro mar), y tras haber dejado Cartago como un erial (incluso la cubrieron de sal para que no creciera ni la hierba), los principales beneficiarios de las numerosas conquistas fueron los patricios, quienes se repartieron el botín (¡qué raro!) y obtuvieron prisioneros de guerra a los que hicieron trabajar para ellos o los vendieron como esclavos. Hasta tal punto fue el escarnio, que el historiador romano Salustio reprochó a los patricios "una codicia desmedida y sin límites; todos tomaban, rapiñaban y robaban cuanto querían" (siempre los grandes señores se salen con la suya, estrujando y aplastando al más débil). Así, los ricos se enriquecieron cada vez más, mientras que los plebeyos salieron de vacío o, como en el caso de los campesinos, se fueron, incluso, empobreciendo progresivamente a pesar de haber llevado la carga principal de las numerosas guerras en que habían tenido que luchar como soldados, una y otra vez. Un gran número de ellos acabaron enfermos, heridos o mutilados (qué importaba esto a los patricios).

Pero claro, con toda esta disminución de trabajadores las granjas decayeron a menudo o se endeudaron, y fueron adquiridas a bajo precio por los latifundistas. Y aunque algunos labriegos pudieron cultivarlas en los períodos de entreguerras tras regresar a casa, no fueron ya competitivos. Por lo tanto, las grandes explotaciones agrarias producían cada vez más barato utilizando esclavos, de modo que los campesinos no pudieron seguir vendiendo sus productos y se hundieron en la pobreza. Esto me recuerda a las grandes empresas que manufacturan en países donde la mano de obra es baratísima, y en donde sus operarios trabajan en condiciones infrahumanas con salarios míseros. Pero claro, como las ganancias económicas son descomunales, ¿a quién le importan los valores éticos y morales?

Pues bien, como le decía, querido lector; muchos de estos campesinos emigraron a las ciudades con la esperanza de llevar allí una vida mejor (lo que hubiéramos hecho todos en semejantes condiciones, y lo que están haciendo en estos momentos los que huyen de Siria sin mirar atrás). Pero en aquel entonces la gente prefería emplear esclavos en la artesanía y en las grandes manufacturas, pues no se les pagaba ningún salario. Es por ello que los antiguos campesinos hubieron de luchar por la mera superviviencia como personas sin trabajo y carentes de propiedades -proletarii- y se convirtieron en el primer proletariado urbano de la historia, ¡ya ve lo que son las cosas!

Pero hubo más de un patricio que no consideró correcta aquella situación (siempre hay alguno con buenos sentimientos, afortunadamente). Y entre ellos se encontraban los hermanos Graco, que quisieron limitar las propiedades y fortunas de los particulares y exigieron una reforma agraria para que los campesinos empobrecidos pudieran disponer de un medio de vida. Los senadores, sin embargo, se opusieron a cualquier reforma, ¡cómo no! Y veían en los Graco a unos agitadores populares que ponían en peligro el orden reinante en el Estado. ¿Que cómo termina la historia? Pues, si no la recuerda, le invito a que la consulte en su biblioteca o en internet (no se lo voy a dar todo hecho). Y ya verá cómo no se extraña del final.

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