Michael Horn, consejero delegado de Volkswagen en EE UU, tras descubrirse que su compañía había manipulado 11 millones de coches para falsificar las emisiones contaminantes, afirmó: "La hemos cagado por completo, pagaremos lo que tengamos que pagar".

Ya saben, si estornuda General Motors, se constipa EE UU. Pues para el caso está cantada una terrible gripe alemana, con fiebre altísima, crueles dolores musculares y muy mal pronóstico porque el desplome en Bolsa de la firma de Wolfsburg es sólo el principio. Las demandas se van a disparar y el descrédito de la mayor empresa automovilística del mundo arrastrará a su nación madre sí o sí.

Volkswagen hizo lo que hizo para abaratar costes. A ver qué ocurre cuando se revisen de igual forma los vehículos de otras grandes firmas.

En todo caso, a mí nadie me apea de una idea: el escándalo ha saltado en el contexto del TTIP, del tratado de libre comercio que se está negociando entre UE y EE UU.

El conjunto será algo así como la mitad de la economía y del comercio mundial. Un supergigante que amenaza a China, Rusia, Brasil, India y tal y tal y tal. También se verán muy lesionados las compañías monopolísticas de la UE y de EE UU, las redes empresariales asociadas a esos carteles, los sindicatos enlazados y hasta las confesiones religiosas de turno.

A lo que iba. La contra del TTIP dice que es un peligro porque se impondrán los controles de calidad que rigen en EE UU, mucho más laxos que los de la UE. Pues se acaba de ver que no.

La trampa de Volkswagen, de alcance global, se descubrió en Norteamérica y no en Europa, así que, amigos míos, ¡viva el TTIP!