En vísperas de unas elecciones generales que se antojan cruciales para el PP, a Mariano Rajoy no le aporta ningún beneficio que Aznar saque inoportunamente la lengua a paseo y advierta que los comicios catalanes dejan al PP "ante el peor escenario posible". No es malo, aunque dañino, el símil taurino que el expresidente del Gobierno dedica a quien le sucedió -por expreso deseo suyo y digital, dicho sea de paso- y al que con estas declaraciones desleales, fuera de tono y de lugar pone a la altura de un sobrero. "Ya va el quinto aviso", aventura Aznar, y uno se imagina a Rajoy con hechuras de maletilla, temblando ante el morlaco sin saber por dónde hincarle el diente, si por la suerte de recibir o a volapié. Si los mejores toreros se quedan quietos ante el toro, hieráticos sin despegar las manoletinas de la arena, la quietud de Rajoy empieza a resultar exasperante: no se inmuta ni con las arrancadas aznaristas, que es rival astifino que embiste seco y duro.