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Un tren puede ocultar a otro

La intervención rusa en Siria pone en juego dos coaliciones mucho menos enfrentadas de lo que parece

Una vieja advertencia presente en algunas estaciones de ferrocarril llama la atención de los viajeros arrojados -los dispuestos a cambiar de andén cruzando por las vías- acerca de la posibilidad de que un tren estacionado impida percibir la llegada de otro. Este fenómeno de ocultamiento no es extraño a la política, aunque aquí no suelen prodigarse los avisos y, cuando se dan, suelen tener la intención de desorientar.

La incesante oleada de refugiados, en su mayoría sirios, que desde hace semanas rompe sobre Europa ha dejado en segundo plano los muy intensos movimientos políticos y militares que, de modo simultáneo, se han producido en torno a Siria y que ayer desembocaron en la intervención rusa en el conflicto.

Como resultado de la decisión de Moscú -cuyos últimos compases han planeado desde la pasada semana en la ONU sobre su cónclave anual de gobernantes-, Siria se ha convertido en el escenario de intervención aérea de dos coaliciones. Por un lado, la que, liderada por EE UU y Francia, agrupa desde hace más de un año a 60 países, muchos de ellos sólo a título nominal, en lucha contra los yihadistas del Estado Islámico. Por otro, la recién constituida por Rusia, Irán, Irak y Siria, bautizada ayer con fuego y que tiene un doble objetivo declarado: combatir el yihadismo y, muy en primer lugar, reforzar a las tropas del dictador Asad, lo que implica la posibilidad de atacar a las escuálidas milicias apoyadas por EE UU.

Con el telón de fondo del ya largo enfrentamiento entre Obama y Putin por Ucrania, la visión más extendida de la guerra siria es que se ha convertido en el territorio en el que Washington y Moscú van a resolver sus diferencias a través de Asad. Diferencias que, se supone, quedaron claras el lunes en los discursos de Obama y Putin ante la ONU, que parte de los observadores calificaron de profundo enfrentamiento.

Sin embargo, al igual que ocurre con el ejemplo de los trenes, las cosas pueden no ser lo que aparentan. Putin, listo ya para intervenir en Siria, pidió a Obama la puesta en pie de una coalición global "como la que derrotó a Hitler". Obama la rechazó, pero se manifestó abierto a colaborar con todos, incluidos Rusia e Irán, a la vez que su secretario de Estado, Kerry, proclamaba que entre las posturas de EE UU y Rusia hay "entendimientos fundamentales", apreciación corroborada por su homólogo ruso, Lavrov. La única diferencia insalvable, como siempre que se habla de Siria, sería Asad.

EE UU querría una transición política sin el dictador, mientras que Rusia no estaría dispuesta a ceder esa cabeza. Nada menos insalvable, sin embargo, ya que mientras Obama niega a Asad, su íntimo aliado Cameron interpreta sus palabras afirmando que lo que quiere decir EE UU es que Asad podría participar en el proceso de transición, a condición de dejar el poder una vez estabilizado el país. De aquí a entonces, habría tiempo y medios para convencer a Putin.

Así pues, la confluencia entre las dos coaliciones debería estar, en principio, garantizada. Con la salvedad de que dos grupos diferentes tirando bombas corren el riesgo de hacer saltar por los aires el polvorín en el que se ha convertido Siria.

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