Volkswagen y Audi, su filial, se han visto obligadas a devolver sus premios al coche más verde del año porque los motores de sus vehículos tienen los pulmones más negros que un fumador compulsivo. Los galardones que no se ganan con limpieza hay que barrerlos. Y existe tanta basura apilada en tantos premios que harían falta más barridos de frecuencia. Resulta que la eficiente ingeniería alemana también hace trampas, que la picaresca de los malos humos se ha instalado en los motores trucados por trileros del tubo de escape para disfrazar las emisiones contaminantes. Los intachables germanos también se sirven de prácticas de germanía que al parecer no son patrimonio exclusivo del ADN de la Europa meridional de lazarillos y alfaraches. Ocurre que cuando se llena deliberadamente el aire de contaminación resulta impensable, más pronto o más tarde, irse de rositas.
