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Geógrafo

Enigmas tras el descubrimiento de agua en Marte

La presencia de líquido salobre fluyendo intermitentemente suscita dudas sobre el comportamiento del astro

Nos situamos en un escenario muy remoto, como mínimo a una distancia de 92 millones de kilómetros, o sea un vuelo de seis meses para los cohetes más veloces de la NASA. La exploración del planeta rojo cumple ya medio siglo, siendo las misiones llevadas a cabo más destacadas: Mariner 9 (año 1971), Viking 1 y 2 (1976), Pathfinder (1997), Spirit (2004) y MRO (2006).

Los primeros datos rigurosos de la superficie marciana provienen de la nave Mariner 9 que captó millares de imágenes, complementadas un lustro después con las procedentes del programa Viking. Como resultado de estas pesquisas se descubrió un astro con casquetes polares de hielo seco (con cambios de tamaño estacionales), plagado de cráteres de impacto, grandes volcanes (algunos, como el monte Olimpo, con una altura de 23 km.) de edad superior a los 1.000 millones de años y la ausencia aparente de sismicidad, indicando que se trata de un planeta telúrico geológicamente muerto. Otro hallazgo culminante es la existencia de grandes cañones que han sido comparados al valle del Rift africano, además de numerosos accidentes tectónicos en forma de fallas; igualmente, se detectaron texturas poligonares recordatorias de las grietas de desecación en arcillas húmedas. Completan el conocimiento marciano de esa época determinados rasgos debidos a procesos erosivos: la apariencia de dunas eólicas y valles con modelos de drenaje similares a los creados en nuestro entorno por las corrientes fluviales.

En julio de 1997 aterrizó en su superficie la sonda Mars Pathfinder dotada, entre otros sofisticados equipamientos, con un espectrómetro de rayos X, partículas alfa y fotones (APXS), el cual permitió analizar algunas muestras rocosas, concluyendo que pertenecen a rocas ígneas con más del 60% de sílice, del tipo andesita (con altos contenidos en óxido de hierro, de ahí el aspecto rojizo exterior que presenta), hecho sorprendente pues estas litologías volcánicas se asocian en la Tierra a zonas tectónicamente activas, por ejemplo la Cordillera de los Andes. Ya en este siglo alcanzó Marte el robot Spirit cosechando varios éxitos, tales como evidenciar antiguos manantiales en ebullición (deducidos por depósitos de sílice amorfa), una atmósfera densa y agua dulce, así como un ciclo activo hídrico (se hallaron sulfatos).

Corría el año 2011 cuando un joven nepalí, Lujendra Ojha, de 21 años de edad -doctorando en EE UU-, señaló la existencia de agua salada estudiando imágenes planetarias de alta resolución. Sin embargo, estos días saltó a los medios de comunicación la noticia de la publicación en la prestigiosa revista "Nature Geoscience" de un artículo ("Spectral evidence for hydrated salts in recurring slope lineae on Mars") liderado por Ojha (investigador del Instituto de Tecnología de Georgia), en el que se analizan las peculiaridades de varios cráteres del hemisferio sur de Marte en los cuales se observan una serie de rayas oscuras detectadas por la cámara HiRISE del satélite MRO (Mars Reconnaissance Orbiter) de la NASA. Estos surcos (denominados como RSL) pueden llegar a tener 5 metros de ancho y discurren pendiente abajo.

La pregunta que surge a este propósito es ¿cómo se pueden interpretar las líneas RSL? Parece admitido que se relacionan con accidentes erosivos, a modo de cárcavas, originados por flujos intermitentes de agua en época actual (aparecen a finales de primavera y desaparecen en otoño con la bajada de la temperatura). Utilizando el espectrómetro de imagen CRISM se ha podido identificar en las laderas de estos cráteres la composición geológica (minerales y otros compuestos), además de otros rasgos areográficos superficiales. El resultado analítico demuestra que son sales hidratadas (clorato de magnesio y percloratos de magnesio y sodio), es decir, agua salada, probablemente formada por disolución de minerales por las corrientes; acaecimiento éste importante pues la concentración salina rebaja en bastantes grados el punto de fusión, permitiendo subsistir el agua en fase líquida, trascendental en un ámbito cuyas temperaturas descienden hasta -125 ºC. Cada día parece más incuestionable la existencia de un ciclo del agua, lo que conllevaría admitir que es un planeta activo y eso es muy significativo para el desarrollo de la vida.

Se desconoce el origen de estas aguas salobres, barajándose varias hipótesis: podrían surgir de niveles subterráneos que se funden con el aumento térmico estacional, proceder del vapor de agua expulsado por su atmósfera o de la absorción de moléculas de agua atmosférica por parte de las sales.

Permanece pendiente de aclarar si Marte presenta un comportamiento geológico activo (tal como demuestran algunas evidencias) o no (como apuntan otras). La existencia de agua líquida fluyendo de manera discontinua es un factor clave para albergar signos de vida autóctona, del tipo bacterias y microorganismos, por lo cual toda precaución es poca para evitar contaminaciones microbianas terrestres. Despejar todas estas incógnitas queda en manos de las futuras investigaciones espaciales. Sin embargo, siguiendo al astrónomo y divulgador científico Carl Sagan: "La ausencia de prueba no es prueba de ausencia".

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