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Con vistas al Naranco

Mientras entran el otoño y otras luces

Con el eclipse, que tanto interesaba a los sacerdotes paganos y a modernos como Ismail Kadaré, albanés, que ya vale para Nobel, se acaba el verano anchado en semana añadida. Es, y no es, el "otoño precoz" en el que se regodeaban, felices en pegadizas literaturas, tan próximas, Fray Benito Feijoo y don Álvaro Cunqueiro.

Se terminaron los aterrizajes, aprovisionamiento y despegues, con su apañada verónica de agua, de aviones contra incendios en la laminar ría del Eo. Resulta estúpida, reduccionista y egoístamente acaparada por una mitad denominarla "de Ribadeo".

Este verano se ha caracterizado por la presencia sucesiva y solapada de Perseidas nocherniegas, inesperados delfines y la fugacidad del "Kelly", gran barco británico, torpe carguero atrapado por el tesón. No obstante, también finiquitó sin que yo logre ver el fantástico juliovernano Rayo Verde que conmovía a don Rafael Altamira en el horizonte de San Esteban de Pravia, y que don Floro, mi bisabuelo, director de la Náutica de Santurce, se empeñaba descubriesen sus nietas en el exilio bélico de la portuguesa Figueira da Foz. De aquella siembra lejana guardo viva curiosidad germinal, pero necesitaría salir de la bahía, traspasar Isla Pancha y topar sol moribundo en atmósfera e instante adecuados.

Los "fumaregos", o espléndidas humaredas del último tramo de ría/río, rasgando marejadilla y marea al socaire racheado del destemplado nordeste, son fenómenos infrecuentes, de los que tanto me dice Pérez de Castro, pero, por invernales, me serán siempre ajenos.

No obstante, un establecimiento ribadense que acaba de abrir, Fumarel, aunque con origen en la denominación de un pájaro cantarín, podría evocar indirectamente la ría cebándose en ardor, tal el oximorón de Juan Ramón Jiménez por tarjeta postal a Luis Cernuda ("muchas gracias por su ardiente mar oscuro"), destacado entonces en las Misiones Pedagógicas de aquel Castropol/Santiniebla.

El Eo para para mí sus aguas por una larga temporada. En Seares y sus inmediaciones vegadenses como ha recordado Mediavilla, médico escritor, sigue la Searila, objeto de un poema sepulcral abierto, que bien quisieran los libretistas del Wagner o del Verdi, que siguen emocionando hasta el delirio en el ovetense Teatro Campoamor. Poco antes otra leyenda menos conocida, la del gánster superviviente de la chicagüense "Matanza de San Valentín", y más arriba el Suarón, que daba nombre a toda la comarca ("Honor del Suarón") siglos atrás, según la conferencia y estudio del profesor Jesús Fernández Suárez para la "Fundación Ría del Eo".

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