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Catedrático de Psicometría de la Universidad de Oviedo

El test de la golosina, o la importancia del autocontrol

La influencia de algunos aspectos del carácter de los niños, como el optimismo y la perseverancia, para su éxito en la vida adulta

El test de la golosina es uno de esos experimentos clásicos de psicología que se ha hecho mundialmente famoso, si aún no lo conoce puede verlo en Youtube. En esencia consiste en que a un niño se le presenta una golosina y se le dice que puede hacer dos cosas, o bien comérsela inmediatamente, y ya está, o permanecer sentado en la sala con la golosina delante y esperar a que vuelva la profesora. Si aguanta a la espera hasta que vuelva la profesora y no se la come recibirá otra como recompensa. Lo que ocurre en el experimento es que algunos niños logran contenerse, y reciben otra golosina como premio, y otros no son capaces de esperar y se la comen. Bueno, y qué, se preguntarán ustedes, pues vaya una novedad, o sea que unos niños son capaces de esperar y otros no. Así es, pero lo interesante es que cuando se evalúa a esos niños varios años más tarde se comprueba que los que han logrado esperar por la segunda golosina, a base de un mayor autocontrol, obtienen puntuaciones mejores que los que no han resistido en muchos aspectos, tales como éxito académico, social y profesional. En suma, el sencillo experimento pone de manifiesto la importancia del autocontrol manifestado a muy temprana edad cara al éxito futuro. La Editorial Debate acaba de publicar en España el libro de Walter Mischel, autor del experimento original, en el que cuenta con detalle todo lo relativo al test de la golosina y sus implicaciones. El libro es muy ameno e interesante, y su lectura muy recomendable, glosaremos aquí algunos de los aspectos más sobresalientes.

Lo más chocante del test de la golosina no es tanto el tema en sí, pues nuestra civilización siempre ha tenido clara la importancia de la fuerza de voluntad y del saber esperar, sino que ello se pudiese detectar a una edad tan temprana, de cinco o seis años, y que tuviese consecuencias tan importantes para el futuro. Lo primero que se preguntan los padres y educadores es si ese autocontrol temprano se tiene o no se tiene de una vez por todas y si es innato. La buena noticia es que como la mayoría de las características humanas, el autocontrol y la fuerza de voluntad son educables, se pueden mejorar, y empeorar. La conducta humana, como la del manzano, ya que estamos en Asturias, tiene un componente genético y otro ambiental, y no se puede decir que uno es más importante que el otro, lo que cuenta es la interacción entre ambos. Como señala el psicólogo Donald Hebb, eso es como preguntarse si lo que determina el área de un rectángulo es el largo o el ancho, obviamente son ambos. James Watson, premio Nobel y descubridor de la estructura del ADN, ya lo dejó claro, una predisposición no constituye una predeterminación, así que hay margen más que suficiente para la mejora del autocontrol de los niños.

Y ahora viene la pregunta del millón, ¿y cómo se mejora la capacidad de autocontrol de niños y mayores? ¿cómo lograr que nuestro sistema analítico-racional se imponga sobre nuestros impulsos más básicos y primarios, tales como engullir la golosina a las primeras de cambio? O en palabras de Mischel, ¿cómo hacer que nuestro sistema frío y racional predomine sobre el caliente e instintivo? Por supuesto que no es fácil, nuestra especie ha utilizado con éxito ambos, y así tiene que seguir siendo, ha de haber un equilibrio frío-caliente, pero se trata de que no venza el caliente en situaciones en las que es más aconsejable que lo haga el frío. Veamos algunas estrategias que pueden echar una mano al frío frente al caliente, cuando la situación lo aconseje. La primera y más radical es apartar la tentación, si estás a dieta no tengas dulces a mano, los niños esperaban más por el segundo caramelo si no lo tenían presente, o sólo tenían una foto. Ulises ya nos indicó el camino, al atarse al mástil para no ser atraído por los cantos de las sirenas en su vuelta a Ítaca. Adán y Eva sin embargo sucumbieron ante la apetitosa manzana ofrecida por la serpiente, y como consecuencia, metafórica claro, aquí estamos ganando el pan con el sudor de nuestra frente. Fue la falta de autocontrol primigenia del homo sapiens. Pero no siempre se puede suprimir fácilmente el estímulo, así que hay que buscar otros métodos que funcionen en presencia de la tentación, y estos están relacionados con repensar y enfriar el estímulo caliente que nos atrae, hay que tener un plan alternativo claramente asumido, un si? entonces. Por ejemplo, si estoy a dieta, entonces cuando el camarero venga con la carta de los postres, automáticamente diré, no gracias, paso al café, sin azúcar, por supuesto. Si pretendo dejar de fumar, entonces al impulso de coger un cigarrillo hay que tener preparada una alternativa, y si he decidido hacer ejercicio lo mismo. Ya sé que es más fácil de decir que de hacer, pero el mero hecho de pensar sobre ello, de tener una actitud que meta-analice el problema ya ayuda, es el inicio de la superación. Hay algunas características de las personas que ayudan a retrasar la recompensa, por ejemplo tener una buena autoestima y creer en uno mismo, es decir, creerse soberano de sus actos y confiar en que se puede, en la terminología de los psicólogos educativos tener un buen control ejecutivo. Seguro que los asesores de Obama que utilizaron el eslogan "yes we can" (sí, podemos) en su campaña conocían bien los trabajos de Mischel sobre el tema. Ahora bien, ojo con la autoestima, tan perjudicial puede ser tenerla anormalmente baja, lo cual resulta paralizante, como creerse un genio, lo que conduce a la arrogancia y a la ilusión de control, y de ahí al fracaso hay un paso. La clave es que sea ajustada y realista. Otra característica de las personas que las ayuda a retrasar las recompensas es el optimismo, que de algún modo es un indicador de la confianza en el futuro, ¿cómo vamos a esperar si no tenemos confianza en lo que va a ocurrir en el futuro? En la cara opuesta, los peores enemigos del autocontrol son el estrés y la impulsividad, que alimentan el sistema caliente frente al frío. Por supuesto, las personas no se comportan igualmente en todas las situaciones, el contexto también juega un papel importante, no somos inmunes a lo que nos rodea, los brillantes estudiantes universitarios se volvían unos energúmenos cuando el profesor Zimbardo en sus experimentos en la Universidad de Stanford los ponía en determinadas situaciones. Por su parte Hannah Arendt, dejó para la posteridad su famosa y polémica frase la banalidad del mal, al constatar en el juicio al nazi Adolf Eichmann, la cantidad de mal que puede hacer un hombre vulgar y anodino si la situación se lo permite. Interactuando con el contexto la otra fuerza motriz que condiciona nuestra conducta es el propio cerebro, con sus cien mil millones de neuronas en continua orgía de interconexiones. Por supuesto, la persona sigue siendo responsable de sus actos, y hay hueco para el libre albedrío, como bien señala el neurocientífico Michael Gazzaniga, y nuestra civilización occidental así lo asume, y legisla en consecuencia, pero saberlo, ser consciente de que la situación y nuestro propio cerebro condicionan nuestras acciones es importante para ganar autonomía y capacidad de distanciamiento.

En definitiva, el libro de Mischel nos recuerda que ni la cigarra ni la hormiga de la fábula de Esopo tenían toda la razón, a veces tiene que predominar la hormiga, es decir el autocontrol y la demora de la recompensa, pero en otras hay que dar rienda suelta a la cigarra que llevamos dentro y disfrutar el momento, lo difícil es saber cuándo hacer una cosa o la otra. La buena noticia es que el autocontrol puede entrenarse y mejorarse, y el mensaje práctico para nuestras escuelas es la necesidad de dar mucha importancia a los aspectos del carácter de los niños, como el autocontrol, el valor, la perseverancia, el optimismo, la curiosidad, la gratitud, la inteligencia social y el entusiasmo, entre otros, pues potenciarán y harán florecer la inexcusable formación académica, que a su vez será la base firme sobre la que se asiente una vida personal y profesional satisfactorias para la propia persona y para la sociedad.

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