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Tino Pertierra

Las enseñanzas de oro de Ana

El feminismo de Diosdado rompió con el molde rancio de las series españolas

En un país todavía cubierto de caspa en tantas cosas y que aún no veía claro que la mujer pudiera trabajar fuera de casa y meterse en camisas de once varas progresistas, Ana Diosdado se convirtió en una guionista que escribía series de autora esencialmente feminista, que quitaba las telarañas a los televisores para sintonizar en ellos historias urgentes de una sociedad que aún necesitaría tiempo para quitarse la mugre del franquismo. En aquella España donde el divorcio era una novedad y aún se tenían pesadillas con tricornios golpistas, Diosdado le dio un revolcón a la ficción televisiva son Anillos de oro, una serie que, a pesar de estar dirigida por alguien tan poco imaginativo como Pedro Masó, lograba una autenticidad insólita gracias no solo a los guiones de Diosdado sino también a las interpretaciones de la propia guionista, de un juvenil Imanol Arias como su colega de bufete y de Xabier Elorriaga como ejemplar marido. No todos los capítulos tenían la misma calidad (el último, con final feliz entre ella y Arias tras la muerte de Elorriaga, era poco creíble), pero siempre se notaba la mano de Diosdado a la hora de construir tramas sin contaminar por los maniqueísmos y con diálogos en los que la autora dejaba constancia de su privilegiado oído para atrapar el sonido de la calle. En un país donde guionistas y novelistas dialogan en general de forma harto precaria, Diosdado era una excepción notable.

Con Segunda enseñanza, Diosdado dejó los madriles y la abogacía para rodar en Asturias una serie más coral con el mundo de la educación como escenario también en proceso de cambio imparable. Los argumentos seguían abordando temas candentes (uno de los mejores mostraba, poéticamente, el lesbianismo de una alumna) y, aunque no tuvo el éxito arrollador de los "Anillos de oro", fue un producto valiente y digno que contribuyó a que la pequeña pantalla española se hiciera mayor.

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