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Urnas y buen rollito

El independentismo catalán y las próximas generales

Todo lo que puede empeorar, empeora. Si esto es cierto, llegaremos al 20 de diciembre, fecha ya oficial de las elecciones generales, en malas condiciones políticas, económicas y, sobre todo, morales. El buen rollito de la inmediatez navideña, la paga extra y el gordo de la lotería no disipará la incertidumbre ni aliviará la sensación de crisis estructural derivada de hechos tan inasumibles como la gran marcha del independentismo catalán, cuya única virtud es la ratificación de la libertad sin límites de los derechos de expresión y manifestación, si es que no se trata de simple pasividad o inhibición de las personas e instituciones responsables en primer grado de la unidad española.

Porque estaría muy bien defender el derecho a decidir si no excluye a la totalidad de los españoles, catalanes o no, que rechazan la escisión y tienen derecho a decidir que no en un Estado cuyas parcelas territoriales no son propiedad excluyente de quienes las habitan. En el punto en que están las cosas, ya no tiene sentido maquinar contra el acceso de Artur Mas a la presidencia de la Generalitat, porque los candidatos alternativos pueden ser aún peores en ardor separatista, aunque tengan las manos presuntamente limpias. Tolerancia cero a la corrupción, sí, pero otras bajas pasiones pueden ser tan malas o peores.

La cúpula del PP ha decidido que el enemigo a abatir el 20 de diciembre es el PSOE. No cabe mejor reconocimiento de las posibilidades del rival. Hasta hace poco, los conservadores despreciaban a los socialistas como competidores efectivos. Se equivocan al no extrapolar en alguna medida los resultados de las urnas catalanas, en que fueron vampirizados por el hambre de Albert Rivera y creyeron ver en el batacazo de Pablo Iglesias un declive sí extrapolable. En el caso de que crean seriamente que la pugna va a polarizarse entre el frío y pasivo Rajoy y el encorbatado y muy institucional Pedro Sánchez, deberían aprovechar los días que quedan hasta el 20D para propiciar el verdadero buen rollito, serenando en lo posible el país y al paisanaje. En la zozobra que hoy se respira, puede pasar de todo.

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