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Cien líneas

Cuchulandia

Desde que Asturias dejó de ser INIlandia, porque los tinglados públicos se empezaron a venir abajo, no había surgido una iniciativa tan interesante como la Cuchulandia que tantea ahora Hunosa. Enhorabuena a María Teresa Mallada, presidenta de la hullera, que, por cierto, ya va siendo hora de que se haga cargo del PP asturiano, siquiera sea para recoger dignamente los restos.

El ingeniero Albino González, responsable del área de nuevas energías en Hunosa, capitanea dos proyectos, uno en una ganadería y el otro en una firma agroalimentaria, para aprovechar el gas metano que corre paralelo a las deposiciones de vacas y demás semovientes que tanto abundan, a Dios gracias, por nuestras coordenadas. De paso, y no es cuestión menor, se podrán gestionar unos residuos siempre problemáticos.

Como se sabe, el efecto invernadero está provocado fundamentalmente por las ventosidades de los bóvidos. No hay acción antrópica que valga. La culpa no es del malvado capitalismo industrial sino de las bondadosas vacas de Gandhi.

Otra cosa es que esas emisiones sean las causantes del efecto invernadero o, mejor dicho, que exista tal efecto invernadero. A estas alturas el sagrado dogma oficial prefiere hablar de cambio climático. Así nunca se equivocan: el clima siempre cambia. Aquí había hienas -sigue habiéndolas- y mamuts, según temporada, de manera que el hielo que se va de las cumbres de los Picos de Europa sólo puede extrañar a quien no haya leído la Enciclopedia Álvarez.

El caso es que, después de perder la condición de INIlandia y pasar por mil camelos arbitristas, salta la solución: Cuchulandia para despejar la tierra de residuos y producir energía barata. Sí, es la piedra filosofal.

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