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Agresiones a pie de acera

El vandalismo se ceba en las esculturas de Oviedo

La incorporación de estatuas al asfalto que pisamos los ciudadanos resultó una bella e inteligente muestra de animar lo inanimado. Los personajes que alegraron nuestra existencia nos salen al paso como unos viandantes más. Tres hurras por el Ayuntamiento de Oviedo que no escatimó en euros para que la convivencia con estas celebridades en bronce nos alegren una pizca el alma. Además, desataron una fiebre "selfie" sin precedentes entre los turistas. Hacerse la foto sentado con Mafalda es de obligado cumplimiento. Por su banco del parque pasan abuelos y nietos, padres e hijos, y los visitantes guardan rigurosa cola para tomarse la asemeya y echarla a volar vía Facebook. Ante el sugerente culo de Úrculo, al viajero se le escapa una mueca de risa y de paso reconoce el buen arte del autor del "Culis monumentalibus". Es el culo de Úrculo un mosaico de todos los culos de los ovetenses, nobles y plebeyos, un pompis que se merece por ello todo nuestro respeto. Luego, no muy lejos del culo, pasea Woody, ese hombrecillo de cabezón cinematográfico y universal, pantalón ancho, americana de pana y gafas de pasta, camina el famoso director con pasos de sabio despistado que le dan un aire de tipo sencillo y tímido. "Hello, Woody!", saludamos. Y en este retablo de acera, propio de una ciudad que ama a sus perros, faltaba la mascota y ahí está Rufo el vagabundo. Aquel perro grandón y desaliñado, con una raza en cada pata y mirada de haber sufrido mucho en esta vida, te encandilaba. Solía acompañarte con movimientos de rabo durante un tramo de tu recorrido si capiscaba que tu moral ese día estaba a la baja. Rufo fue el mejor psicólogo de la Ciudad.

La ciudad se transformó con ellos y ahora vota por la inmortalidad con la pervivencia en bronce de sus amigos. Hasta aquí todo bien. Pero llegaron los vándalos y su espíritu destructivo. Los imbéciles pasaron a la acción con pinturas y martillo. Las estatuas a pie de acera sufren las consecuencias.

Los vándalos son unos gallinas. Siempre atacan a los débiles. Primero, las gafas de Woody, que una y otra vez quedaron sin montura por empeño de la imbecilidad. El amigo Woody sugirió al Ayuntamiento que le pusieran unas lentillas, no quería perderse por falta de visión el saludo a los muchos amigos que tiene. Sigue la racha, hace unos días Rufo aparece pintado de azul. ¿A cuento de qué? Ni Rufo es del equipo local y menos gusta de enarbolar el color de la ciudad; es un can amigo de todos y esa virtud es independiente del color. También el superculo sufrió el arrebato de un pervertido que pintó la confluencia glútea para darnos una lección de anatomía. Y la última: Mafalda amaneció el otro día con el ojo izquierdo a la virulé y teñido de violeta. Dicen los primeros que la vieron de tal guisa que se quejaba, gritaba entre sollozos: "¡Ya no quiero que me amen! Con que no me jodan es suficiente".

Escribo estas líneas desde la Bahía de San Francisco, frente al jubilado Penal de Alcatraz: ¡Qué desperdicio!

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