Los ciudadanos avanzan muy por delante de los políticos. Los asturianos viven la supermanzana central de la región como si fuera una única ciudad porque como tal funciona en la práctica. Los dirigentes aún no han querido enterarse. Todavía nadie ha cogido ese toro por los cuernos y dado pasos efectivos para una colaboración sin barreras. Diputados y concejales sin horizonte, esclavos del cortoplacismo, desprecian un hecho diferencial, la metrópoli policéntrica, generador de valor.

"Sería maravilloso que Oviedo, Gijón, Avilés, Siero, Mieres y Langreo sintieran que son parte de lo mismo", aseguró el viceconsejero de Cultura, Vicente Domínguez García, en una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA. La Universidad, el ámbito del que proviene este nuevo alto cargo del Principado, sufre en sus propias carnes los males de la disgregación. Las rivalidades entre alcaldes, cuando no los intereses de los sindicalistas, obligaron a la institución académica a dispersar sus campus por varios concejos sin creer en ello. Unos meses antes Javier García, analista del Parque Tecnológico gijonés, también apuntaba en este periódico: "El potencial de Oviedo, Gijón y Avilés cooperando iguala a la mejor ciudad sueca en investigación y desarrollo".

La cultura es un buen principio para arrinconar el cantonalismo. Padecimos una época en la que los ayuntamientos hacían la guerra al rival contraprogramando sus convocatorias. Incluso escenarios de una ciudad tutelados por administraciones de partidos contrapuestos luchaban entre sí hasta el ridículo. En Gijón llegaron a cantar el mismo día y a la misma hora dos estrellas del flamenco, una en la Laboral y otra en el Jovellanos, como si hubiera aquí más ganas de cante que en Jerez. Algunos gestos impulsados por iniciativa particular de los propios organizadores de eventos evidencian que las cosas empiezan a cambiar. Los municipios vecinos ya no son vistos como contrincantes sino como colaboradores necesarios.

Los movimientos de la población, por trabajo, compras y ocio, prueban la intensa interrelación del área metropolitana. De Oviedo viajan en coche cada día 15.000 personas a Gijón. De Mieres parten 8.000 conductores de lunes a domingo con dirección a Oviedo, y otros tantos de Siero a la capital. Hay cada jornada 4.000 avilesinos en tránsito hacia Gijón y 4.900 gijoneses camino de Langreo. Y así hasta completar 123.000 desplazamientos cada jornada, a añadir a los cientos de miles que se efectúan en transporte público.

Sin abordar este espacio como un todo respetando las peculiaridades locales para aprovechar las llamadas economías de aglomeración, con las consecuencias que eso entraña en la planificación y las decisiones, Asturias pierde una magnífica oportunidad de optimizar los recursos y las infraestructuras de un ecosistema único, que supone una de sus ventajas competitivas: un mercado de casi 800.000 personas en menos de treinta kilómetros a la redonda.

Con una visión global y las administraciones compaginado sus objetivos, la productividad de la conurbación asturiana crecería un 15%, calculan los especialistas. Los seis principales concejos de Asturias representan unidos bastante más que por separado: la sexta ciudad del país, sólo superada por Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Zaragoza.

Oviedo cuenta con una programación de ópera y música clásica de relevancia europea. Gijón organiza una semana pionera dedicada a la novela negra y un festival de cine que constituyen referencias internacionales en su género. Avilés alberga la mejor cita de literatura fantástica y de terror de España y un calendario de estrenos teatrales sin parangón en Asturias. Hay instalaciones inmejorables y las actividades son claramente complementarias.

El Campoamor, el Niemeyer o la Laboral ya atraen a mucho público de fuera de sus respectivos términos. No hay razones para mantener la descoordinación de esos atractivos y sí para convertirlos en una programación metropolitana. Una oferta sugestiva incluso para comercializar en conjunto en otras autonomías o en el extranjero. Gastando igual, multiplicar el rendimiento. En una sociedad que necesita ser reflexiva e imbuirse de conocimiento y a la que la crisis impuso abaratar costes, el interés de los ciudadanos lo demanda.

Cuando ensaya en serio fórmulas cooperativas Asturias siempre acierta. Organismos como Cadasa y Cogersa, nacidos de la obligación de pensar en el superior bien común, funcionan desde hace décadas para corroborarlo. De los problemas del abastecimiento de agua a los grandes núcleos y de los basureros piratas afortunadamente hoy nadie se acuerda.

Armonizar no significa diluir el protagonismo de los concejos ni hacerles perder su identidad. Para cooperar tampoco hace falta inventar artefactos burocráticos que no progresan por las discusiones sobre quién manda o porque acaban degenerando en chiringuitos. Simplemente basta con la voluntad de entenderse. De negociar sin prejuicios, ceder y llegar a acuerdos para transformar una población y un territorio desmembrados en el espacio de mayor potencialidad para el crecimiento de la región.