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Médico y montañero

El misterio del Sudasthan

Impresiones de un viaje marcado por la fascinación por la cultura y las montañas de India

Llevaba mucho tiempo persiguiendo el sueño de ir a escalar a la India. En anteriores ocasiones, mis intentos se habían visto frenados por los múltiples obstáculos burocráticos que siempre se interponían en el camino. Conocía de dos anteriores visitas un país que me había mostrado su cara más amarga: la de los guetos de inmensa pobreza y marginación en las ciudades de Bombay y Calcuta.

La cultura india me ha fascinado desde mis primeras lecturas, debido a su compleja particularidad étnica, religiosa, histórica, geopolítica. De igual forma, la visión de cientos de admiradas fotos sobre sus montañas me hacían prever que éstas no le iban a la zaga en cuanto a belleza y misterio.

Por fin este año, tras muchas vueltas y perseverancia, mi compañero Pablo y yo conseguíamos un permiso para escalar el Sudasthan, una misteriosa montaña encuadrada en el Himalaya del Garhwal. Por más información que buscamos sobre la misma, sólo conseguimos encontrar un par de fotos que la mostraban desde la distancia, así como una exigua reseña sobre una expedición británica de 1990, que al parecer había alcanzado su cumbre.

El Himalaya del Garhwal, al que se accede desde el precioso pueblo de Gangotri, resultó ser como lo había soñao, incluso más bonito. Cumbres dibujadas por la pluma de un niño abrazan las fuentes del río Ganges, lugar de peregrinación para hinduistas y budistas.

En el trekking de aproximación nos acompaña un guía local, que empieza a dudar del camino en cuanto nos adentramos en el primer glaciar. La cosa se pone interesante, pues nos dice que el lugar no resulta "muy visitado", circunstancia evidente cuando nos encontramos con dificultades para hallar nuestro supuesto campo base, que al final resulta no ser más una estación de descanso de porteadores. Todo ello nos hace vivir unas primeras jornadas de aventura en las que vamos descubriendo la zona, las posibles vías de acceso y finalmente la propia montaña. Llegamos incluso a dudar si se trata de una u otra de las muchas que nos encontramos a nuestro paso, convirtiéndose en un auténtico y maravilloso misterio.

Durante estos primeros días de exploración el tiempo es malo, con continuas nevadas que disponen una nieve en mal estado y riesgo evidente de aludes, obligándonos a ser cautos y darnos la vuelta varias veces a la hora de intentar diferentes líneas de ascenso.

Llegamos casi a dar la vuelta a la supuesta montaña en un intento de encontrar una vía de escalada. Después de varias tentativas y por los motivos expuestos, además de por tratarse de vías demasiado difíciles para las expectativas de material y ánimo, decidimos escalar dos montañas vírgenes de 6.004 y 6.317 metros, que nos hacen disfrutar del sitio, el aislamiento y los paisajes, con una fuerza especialmente intensa. En la primera de ellas, Pablo y yo vamos acompañados por un sherpa nepalí, al que por una vez le toca ir detrás asegurando nuestros largos y no delante. Disfruto, una vez más, compartiendo experiencia con esta gente que se merece todo mi respeto y admiración. En su honor decidimos ponerle a este pico su nombre, quedando bautizado como Phurba Peak.

Como no podía ser de otra manera, estos lugares, con sus gentes y sus montañas, han dejado en mi una calma y tranquilidad de bienestar que, sin duda, invitan a posibles nuevas visitas.

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