La defensa de las lenguas romances (el catalán sin ir más lejos) me parece una indecencia, pues vienen de una conquista en la que no faltan genocidios de pueblos de Iberia, por el cruel imperio de Roma. No hablaré ya de Numancia, sino de hechos no menos sangrientos, y que me caen más cerca, la resistencia de Cántabros y Astures contra Roma, prefiriendo los vencidos darse muerte con el veneno o la espada antes que sufrir el oprobio de la conquista y sumisión. ¿Hemos de olvidar esas injurias por su lejanía en el tiempo?, ¿no quedamos en que los crímenes contra la humanidad son imprescriptibles? Y, ¿qué decir del uso de retretes, impuestos también por Roma, ignorando los frugales hábitos de los pueblos indígenas? ¿Cuándo retirará Doña Ada Colau el nombre a la barcelonesa Vía Augusta, que festeja un camino del Imperio, y rinde tributo a Octavio, debelador de Astures y Cántabros?
