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Con vistas al Naranco

Oviedo: el premio de los Premios

En defensa de los actos de la Fundación Princesa de Asturias

No he dejado de recibir reproches, velados y explícitos, por la postura, radical o tibia, de algunos ante los premios "Princesa de Asturias". A nadie he dejado de darle mi opinión y en esta columna sabatina hice una modesta dedicatoria a S. A. R. la Princesa de Asturias "deseando su vinculación a Asturias por los Premios y por el ejemplo de sus augustos padres".

"Augustos padres" ("mis respetos a sus augustos padres") fueron palabras, perfectamente audibles para mí, al hoy Rey que escuchamos al vicario de la Solidaridad de Chile cuando recogió su premio. Era el vicario una personalidad de agallas, con voz queda, arrastrando una grave enfermedad terminal, cuya presencia en el teatro Campoamor quiso evitar con todo tipo de presiones el siniestro dictador Augusto Pinochet.

Mi lealtad prometida a la Corona, una monarquía constitucional y parlamentaria, fue para mí siempre compatible con los ideales republicanos más puros; no en vano, como alcalde llevé junto al vicealcalde, Avelino Martínez, a hombros el féretro del último presidente de la República, del que fui apoderado para asuntos civiles y judiciales. Esta no contradicción la ha explicado muy bien, en estas mismas páginas, el profesor de Derecho Político Francisco Bastida.

Como consejero de Cultura en el Gobierno de Rafael Fernández, en la Alcaldía o en el Europarlamento habré dado múltiples manifestaciones de apoyo a los Premios. No puedo olvidar, y lo tengo por un orgullo íntimo aunque poco lo haya alegado, que el premio de los Deportes fue una iniciativa mía, así como la implicación municipal en el de la Libertad, coincidiendo con la mayoría de edad de don Felipe, día en que, por cierto, hicimos sonar todas las campanas, con la cualitativa complicidad de Ángeles Caso, que difundió en la única tele una imagen abierta y constitucional de esta Ciudad abierta.

Los Premios han ido mejorando su formato y la implicación de los premiados con la región. Nadie me parece se esconde detrás; al contrario, la Casa Real nos sirve a todos los ciudadanos. La sana actitud de los diversos presidentes y de la actual directora, y muy significativamente del anterior director, o director emérito, ha sido muy positiva y si alguien lo duda soy testigo cualificado desde los mismos orígenes de ese carácter tan positivo para Oviedo, Asturias y España. En la historia, la izquierda nos hemos confundido muchas veces, pero deberíamos ser fieles al buen sentido de estos premios y mejorarlos si cupiese como solicitan sin doblez desde la Fundación. Muchos han introducido polémicas de campanario, tan caras a esta vetusta ciudad clariniana. Espero, en cualquier caso, que todos reflexionen sobre si atacar a los Premios y a la Jefatura del Estado beneficia o perjudica a los ideales democráticos o republicanos.

Comprendo que pueda haber quien piense de otra manera o, incluso, lo manifieste y busque esa oportunidad para estimables reivindicaciones, para eso estamos en Libertad, pero no olvidemos que, si fue conseguida por nuestro pueblo, gozó con la imprescindible colaboración regia y en Asturias con esa presencia anual tan benéfica de don Felipe. Es de todo punto intolerable y falto de seriedad afear la conducta del actual titular de la Corona con pretéritas despóticas monarquías del lacerante pasado.

Negar los benéficos efectos de la Fundación y los Premios sería estúpido, y en mi caso es obligado moralmente pronunciarme, en estos tiempos de "mugor", que me escribía uno de los fundadores, el inolvidable académico Emilio Alarcos.

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