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Eduardo Lagar

La venganza de güelito

El drama de recibir una herencia en Asturias

Los asturianos estamos muriendo por encima de nuestras posibilidades. La pérdida de un progenitor desata, en ocasiones, por la vía fiscal una tormenta económica sobre sus descendientes de tal magnitud que muchos hubieran preferido tener la biografía de Moisés, que apareció flotando en un cesto en el Nilo, sin padre ni madre que pudieran dejarle una sustanciosa quiebra en usufructo.

Dice la regla universal que, a medida que crecen, los hijos van arruinando a sus padres a fuerza de financiar estudios, viajes, noches de juerga, condones y otros chispeantes gastos de juventud. Llegados a un punto, abandonan la nave nodriza y la sangría se detiene por fin. En Asturias, sin embargo, el proceso continúa irrefrenable como un boomerang; toma la dirección inversa y, con los años, son los padres los que arruinan a los hijos a título póstumo. Lo comido por lo servido.

Los impuestos sobre las sucesiones en el Principado, en especial para aquellos que heredan más de 150.000 euros, cuadruplican lo que se paga en los países más ricos de Occidente. Y ahora, además, miles de familias asturianas que tienen a sus mayores en una de las residencias públicas de ancianos de la red ERA están descubriendo la magnitud de la deuda que han ido acumulando con la Administración. Es la venganza de güelito. Se supone que lo público tiene que llegar en auxilio de los más pobres y no arruinarlos. Para sacar los cuartos ya se inventó el sector privado. Si no, no lo hubiéramos llamado Estado del bienestar. Era para protegernos del malestar, ¿recuerdan?

De alguna manera habrá que arreglar esta gravosa hipoteca inversa, porque Asturias es la región con más ancianos de España y, por tanto, la que tiene más promesas de quiebra casi asegurada. De momento, y mientras los políticos se ponen en acción -si es que tienen un rato libre mientras suturan España-, se me ocurre prolongar indefinidamente por decreto la duración de la vida humana en el Principado. Sólo la inmortalidad nos permitirá llegar a fin de mes. Pero felices los huérfanos.

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