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Cien líneas

Perfección

La noticia corre como la pólvora desde hace unos días. Una reciente patente, denominada US 6506148 B2, manipula el sistema nervioso de quienes están viendo la televisión. ¿Cómo? A través de unos campos magnéticos, ondas o lo que sea, generados desde la pantalla. Desde el plasma, como ahora se dice.

Los campos de marras operan con frecuencias que varían entre medio hercio y más de dos hercios y provocan una resonancia en el sistema neuronal del espectador.

Los mensajes subliminales, aquellos fotogramas introducidos en un film que incitaban a consumir no se qué a través de subconsciente -el cerebro reptiliano capta cosas que no percibe la mente desarrollada- es un juego de niños al lado de la que se avecina.

Ni siquiera el súper musculoso duopolio de la televisión en España, con su ejército de comunicadores progres y la consiguiente uniformidad que ni Orwell llegó a adivinar -por cierto, Orwell se inspiró en el estalinismo aunque nunca se diga- podría llegar a tanto.

La manipulación que vivimos es monstruosa a cuenta del pensamiento políticamente correcto y los sacerdotes de izquierdas que lo cultivan. Pero la que viene, la que ya está ahí con US 6506148 B, espanta porque es indetectable -al Évole de turno al menos la minoría libre lo caza al instante- y además, barata. No hacen falta batallones de tramposos, con unos rayos es suficiente.

Ponen en pantalla una imagen asociada a la libertad, irradian negativamente al espectador y la convierten en insoportable. Y viceversa, ponen el Cagatrava y con los rayos te convencen de que es magnífico.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente "El despertar de los pájaros", de Messiaen).

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