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El croata rojiblanco que escancia oro

Nadie lo decía, pero todo el mundo sabía que el partido ante el Málaga era crucial para el asentamiento del Sporting en Primera. Un equipo con el que los rojiblancos estaban empatados a puntos y que no había marcado un gol fuera de casa no podía marcharse del Anfield del Piles con puntos. El Sporting tenía que ganar porque no es bueno dejar irse los puntos y porque hay que ir sumando para estar a cubierto cuando vengan los partidos cargados de trampas; por ejemplo, el próximo ante el Atlético de Madrid en el Calderón.

El Sporting se doctora con la victoria de anoche porque sacó adelante un partido complicado ante un rival que no se rindió y que durante casi toda la segunda parte atacó y volvió a atacar, aunque sin rematar con profusión a la portería del reaparecido Cuéllar, que resolvió con acierto la papeleta. El partido, damas y caballeros, señoras y señores diputados, bien pudo haber sido el resumen de lo que va a ser la temporada para la chavalería abelardiana: sufrimiento desde el primer minuto al último, sin un gramo de complejo. El propio gran timonel lo reconocía al final del partido.

Claro que los apuros hubieran sido menores de haber contado los malagueños con un larguero menos eficaz que el de la portería del fondo norte y el árbitro Mateu Lahoz con mejor vista para ver la hábil mano con la que Weligton desvió lo justo el remate del croata en su primera gran oportunidad del tramo final.

Antes de los dos postes, Halilovic había puesto con ventaja a un Sporting con brío y decisión. El croata inició la jugada y la terminó, con intervenciones intermedias de Jony y de Sergio Álvarez, autor de un pase que merecía el remate, raso, seco, inapelable, del joven. Corrió a una esquina a hacer el gesto del escanciador, no se sabe si en homenaje a David Villa o como prueba de integración en tierra tan sidrera como ésta.

El Sporting ganó con el esfuerzo colectivo de todos los protagonistas, pero tuvo en el nuevo escanciador, que escancia oro, el faro que alumbró al equipo. Cada vez que Halilovic coge el balón, El Molinón levanta el cuello porque sabe que va a pasar algo. Halilovic, como diría el inolvidable Manolo Ruiz-Sosa, es un jugador cisne, precisamente porque provoca que las gentes levanten los cuellos para no perder detalle de lo que va a venir, que, por lo general, es una gran jugada. Desmintió con su último avance en el que encaró a un defensa y lo dejó "pa prau", con remate al larguero, que ande escaso de forma física.

Un gol, dos largueros y un rosario de detalles de jugador de época; hay que disfrutar mientras se pueda de este jugador, el de más clase desde la ya lejana aparición de Enzo Ferrero Águila. Un jugador por el que merece la pena pagar la entrada al estadio, que ruge de gusto cada vez que el escanciador de oro agarra el balón. Mejor cerca del área rival que cerca de la propia, aunque se sacó en la de Cuéllar un par de lujos para superar una presión andaluza.

El Sporting ya gana en casa, sin encajar goles y con una joya en el equipo. Así se explica la fiesta final, que será anticipo de otras muchas. Con sufrimiento, que en Primera no hay regalos que valgan. Salvo Halilovic.

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