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Cosas de Francia y un disco de Bowie

Francia desoye a quienes piden más voz para las lenguas regionales y Bowie saca disco. Lo primero no es una sorpresa, lo segundo constituye casi una subversión. No es infrecuente que oigas hablar de Francia con admiración al Sur de los Pirineos. Pero cansa subrayar las diferencias. Hay formas de conducir un coche, formas de dirigirse a la gente utilizando según qué vocabulario, formas de organizar un debate político y diferentes estaturas para conducirlo. Hay formas de defraudar a la Hacienda pública, y no hay duda respecto a qué lado de los Pirineos te lo pone más difícil. Ha hecho bien un jugador del Barça en corregir el fraude en que incurrió -una fruslería, desde luego; quienes le aclaman en las gradas ganan lo mismo que él en sus diversos curros, por eso importa poco que engañe a la Hacienda que administra el dinero de todos- y queda dilucidar si, caso de jugar su equipo en la Liga del país vecino, el asunto se llevaría igual. Como lo de Cataluña tiene largo recorrido, conviene entretenerse jugando a adelantar acontecimientos. Y quieres ver a los medios franceses ocupados en analizar de quién era la concha a la que un astro balompédico se refirió en el césped, y qué es eso de los paraísos fiscales. Y quieres ver al entrenador del Barça en París dando una rueda de prensa un domingo cualquiera para explicarles a los parisinos -¿en qué idioma?- qué fácil ha sido meterle tres golitos al PSG sin encajar ninguno y sin que el orgullo galo se resienta un ápice. ¿Verosímil a tope? En suma, no hay duda respecto a cuál de las dos Ligas es más acogedora.

Lo de Bowie: un alivio. La inteligencia existe. En este mundo de estruendos efectistas y ética de televeneno, nada incomoda tanto como el talento. Lo de Bowie viene bien para dejar en evidencia que una buena canción es una buena canción. Bowie, tan amigo del artificio en su momento, ha visto que lo llamativo es el misterio. No necesitas hablar del talento en el país que tiene a la envidia por moneda de cambio y en el que las relaciones se construyen con una mezcla peculiar de chulería con el que está debajo y servilismo con quien está encima. La forma de mandar revela la nota media de madurez democrática de un país. La altura política de los candidatos a presidirlo, también. Podríamos hacer con nuestros candidatos el mismo juego mental que con el Barça e imaginarlos en Francia así tal cual, con ese lenguaje que usan tan simpático. En fin. Disco de Bowie. Good news.

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