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Certezas

Si el gallo Margallo, en su condición de ministro de Asuntos Exteriores, es el encargado de cantarle las cuarenta a Cataluña es obvio que Cataluña no es España según el PP. Y si, además, como acaba de decir, tiene un proyecto de Constitución en un cajón de su despacho esperando el momento adecuado, no hay duda de que se trata de un agente del independentismo catalán porque ésa es la clave de arco de la ofensiva de Mas: una nueva Constitución como puerta de salida eso sí, pagando el resto de los españoles. Ya con fronteras y a su aire seguro que exigen indemnizaciones astronómicas por los trescientos años de ocupación militar. Se irán sí o sí y encima nos costará un riñón.

Quiero decir que el problema no es la CUP, ni Podemos, ni Convergencia, ni el PSOE. El problema con mayúsculas es el PP. Va a cumplir cuatro años de gobernación con una amplísima mayoría absoluta y en ese tiempo los separatas han dado pasos de gigante. Irreversibles a mi juicio.

La movida en curso es solo para llenar de votos los flacas despensas del registrador. Si repite poltrona hará lo mismo que la vez anterior: a la semana se desdice de lo prometido y alfombra roja para Mas y los suyos. Para eso Margallo tiene preparada una nueva Constitución.

La pregunta del millón es ¿por qué el PP hace lo que hace o, mejor -o peor- no hace lo que debiera?

La respuesta, como casi todo lo que está ocurriendo, mora en el misterioso viaje que hizo Rajoy a América tras perder por segunda vez unas elecciones. A la vuelta, echó a liberales y conservadores del partido. Como lo oyen. Se quedaron los del putiferio, claro, que están a todos los palos. Esa amputación le abrió el camino a la Moncloa. Ahora, el precio de repetir es España.

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