Acaba de irse el hombre con más chispa de Asturias y, por supuesto, de Gijón. Ladislao de Arriba era en sus escritos una combinación de lenguaje directo y vital y de humor genuinamente gijonés, con una coña marinera estupenda. Y si así era escribiendo, excuso decir cómo lo era en la conversación. En noviembre de 2010 me recibió en su domicilio madrileño para dictar sus "Memorias" en LA NUEVA ESPAÑA. No exagero si digo que fue uno de los ratos más deliciosos de esta profesión de periodista. Además, recuerdo que comenzó a hablar con una introducción gloriosa: "En 1923, Durruti atracó el Banco de España en Gijón y mi abuelo, Ramiro de Arriba, ayudante de caja, se negó a tirarse al suelo. 'Tengo rota la cadera', 'Entonces serás tú el que nos llene la bolsa con los paquetes de billetes'. Y así fue cómo mi abuelo colaboró con el anarquismo". Guardo también el recuerdo de sus veraneos en Gijón. Llegaba a la redacción y tras los saludos correspondientes entraba en el despacho en el que su gran amigo, Juan Ramón Pérez las Clotas, escribía a máquina sus artículos. Al dirigirse al despacho siempre preguntaba: "¿Está ahí el dinosaurio?". Después, se sentaba ante aquella máquina jurásica e incluso manteniendo la conversación o entrando y saliendo por uno u otro motivo, escribía un folio brillante con una soltura envidiable. En unos pocos años se nos han ido Clotas y Ladis, lo cual significa que la orfandad periodística es cada vez mayor. En aquel noviembre de 2010, Ladis tuvo especial empeño en que sus recuerdos culminasen con estas frases: "En el testamento dejo a mi bisnieto, Pablo de Arriba, mi máquina de escribir, que compré en una subasta celebrada en Atapuerca. Ahora seguiré al cuidado de dos mujeres que me quieren tanto, Lola y Cristina, pero que me enfurecen cuando revuelven en el 'zulo' que me sirve de escritorio y descubren entre papeles y libros tabletas de chocolate prohibido por mi cardiólogo. Gracias por haberme atendido".
Ha sido un placer. Descanse en paz.
