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Las ciudades latinoamericanas

Existe la idea de que los grandes problemas, como la desigualdad, la pobreza, la mala gestión o la profunda corrupción, sólo se pueden afrontar desde las instituciones más elevadas: los gobiernos nacionales o los grandes organismos internacionales. La realidad, sin embargo, es que muchas veces las grandes políticas nacionales o internacionales no logran ir más allá de declaraciones genéricas que, en el mejor de los casos, se concretan en la activación de ciertos recursos financieros. Suele ser en las esferas locales donde se dispone de instrumentos políticos que muchas veces arrancan dinámicas capaces de encaminar la solución a los grandes problemas.

Latinoamérica seguramente es el mejor ejemplo. Hay varios problemas que lastran el desarrollo de nuestros países hermanos del continente americano. Entre ellos, dos de los más relevantes son (I) las enormes desigualdades socioeconómicas existentes y (II) la limitada calidad de sus instituciones. Uno de los principales retos de economías emergentes como las de México, Brasil o Colombia es reducir la inmensa brecha que existe en sus sociedades entre una reducida élite, que acumula una enorme riqueza, y una base poblacional amplísima sumida en la absoluta pobreza. Otro de los retos fundamentales de los países latinos en general es mejorar su cultura de rigor normativo, calidad de las instituciones y transparencia en la acción de gobierno. La existencia de enormes desigualdades sociales y económicas junto con los problemas de corrupción, diseños políticos opacos o gobernanza ineficiente frenan el desarrollo social y económico de muchos de los países latinoamericanos.

Es en las grandes ciudades latinoamericanas donde sus problemas de desigualdad económica y falta de calidad institucional se hacen más evidentes. Uno puede observar cómo en São Paulo, México, Lima o Salvador existen barrios exclusivos, de ostentosas mansiones, que conviven con zonas de absoluta pobreza repletas de favelas donde el Estado no llega y que no cuentan con los más mínimos servicios de higiene o seguridad. En estas mismas ciudades la falta de calidad institucional es también palpable y se materializa en sobornos que forman parte del día a día, en normas arbitrarias o en una gobernanza inadecuada y poco cualificada. Pero al mismo tiempo es en este escenario urbano de Latinoamérica donde es posible introducir pequeñas acciones que sumadas pueden ser capaces de revertir la situación y encaminar las sociedades y economías latinas hacía modelos más sostenibles y capaces de crecer.

La dimensión de los problemas cuando los observamos agregados a escala nacional o regional hace muy difícil afrontarlos con éxito. Sin embargo, en la escala local se pueden diseñar políticas concretas, más efectivas y controlables, que pueden contagiarse de unos sitios a otros cambiando poco a poco la realidad de los países. Citando a Mario Polèse, ilustre profesor de Economía Urbana y maestro, "la ciudad es el eslabón perdido entre la macroeconomía y la microeconomía, es en esta realidad mesoeconómica donde podemos hacer política, evaluarla adecuadamente y observar su impacto real ajustando las acciones, diseñándolas a medida y, con todo ello, siendo capaces de transformar el entorno que nos rodea". Ciertamente estudiar las ciudades de Latinoamérica resulta apasionante porque sus problemas son los grandes retos del continente y la búsqueda de soluciones puede ser la mejor manera de avanzar firmemente en el desarrollo global de Latinoamérica.

La experiencia demuestra que pocas cosas se han mostrado más efectivas para combatir la pobreza que la mera planificación urbana y esfuerzo en prestar eficientes y solidarios servicios públicos urbanos. No es posible desembarcar con la experiencia europea pensando que las recetas, metodologías y procesos que aplicamos en nuestras ciudades sean aplicables en contextos tan diferentes. Pero si logramos adaptar las experiencias de regeneración urbana europeas para Latinoamérica, el salto en la reducción de desigualdades que podemos lograr será inmenso. Las experiencias de mejora de servicios públicos en Medellín o los avances en el transporte público y uso del suelo de Bogotá han logrado reducir la pobreza de millones de colombianos con más éxito que muchas de las políticas federales o nacionales. La regeneración urbana de Puebla o la experiencia de recuperación de espacios verdes en Aguascalientes han tenido un efecto tremendamente positivo sobre los mexicanos residentes en estas ciudades.

Respecto a la calidad de las instituciones y los gobiernos cada vez me llama más la atención la propuesta de Paul Romer, uno de los economistas más brillantes de nuestro tiempo. Romer ha propuesto la idea de crear ciudades estatuto. Esto es, ciudades que por su mayor tradición empresarial, por su mayor desarrollo o formación media de la población sean especialmente apropiadas para dar ejemplo, creando una cultura institucional más seria, un respeto a las normas mayor y una gobernanza local más preparada. Serían así islas de desarrollo institucional. Romer pone el ejemplo del papel que tuvo Hong Kong en el desarrollo, por pura emulación, de toda China. Ciudades mexicanas como Aguascalientes o Puebla, influenciadas por la cultura empresarial de Nissan o Volkswagen, ciudades como Río, ejemplo de desarrollo cultural y creativo en Brasil, o Bogotá, con un gobierno local que esta introduciendo cambios de gestión asombrosos, pueden ser estas "islas" de calidad institucional cuyo éxito vaya generando un contagio y transformación global más eficiente que los intentos de cambio a escala nacional.

En definitiva, en pocos sitios la economía urbana adquiere más valor que en Latinoamérica. Cuando en este continente se estudia el fenómeno urbano se analizan los problemas fundamentales de países que son nuestros hermanos. Por la intensidad de relaciones económicas y culturales que mantenemos es claro que lo que sea bueno para Latinoamérica será igualmente bueno para España.

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