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Cien líneas

Elemental

En 1960 España tenía una renta per cápita igual al 59,3 por ciento de la media de la UE y en 1975, año que estos días se recuerda mucho por razones obvias, pasó a ser del 81,4 por ciento. Tres lustros con crecimientos medios por encima del siete por ciento nos pusieron a la cabeza del mundo: la octava potencia industrial del planeta. Por cierto, ese tiempo fue tachado de desarrollismo para ridiculizar el éxito.

Pero, ay, 40 años después nuestra economía está en el 73,2 por ciento de la media europea, considerando en los dos casos los mismos países, claro, no los de la ampliación.

Podría alegarse que en estas últimas cuatro décadas se descuidó la economía española porque la atención estaba centrada en constituir un país desde las coordenadas democráticas.

Pues tampoco: ayer se declaró independiente Cataluña.

La transición y sus secuelas han sido, y son, un fracaso monumental. Económicamente hemos retrocedido en términos relativos como las cifras cantan sin ninguna duda; el medio rural, que se dice, no es ni la sombra -los jabalíes no engañan-; industrialmente, de pena y el que tenga dudas que se de, por ejemplo, una vuelta por la ría de Avilés; educativamente, con rectores que no saben ni sumar -como lo oyen- y políticamente ahí está la nación en almoneda.

¿Qué ha fallado? Una izquierda cargada de odio anti nacional y una derecha tecnocrática, luego analfabeta y sin valores, que al final siempre lo fía todo a generales salvadores así que Rodríguez, Julio Rodríguez, lo tiene claro. Pobre España.

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