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De cabeza

El oráculo y Ulises

El enésimo debate que ahora zumba alrededor de mis oídos gira en torno a Toché

En la grada, ese oráculo tan apasionado como variable, se abren y se cierran debates continuamente. Los debates los suele abrir el miedo (un miedo que viene de muy atrás, de los malos recuerdos) y los acostumbra a cerrar los goles (da igual que sean por lo civil que por lo criminal, que diría el Sabio de Hortaleza). Si en el Parlamento español se discutiese tanto como en los estadios, seríamos un ejemplo para Europa. Ni leyes de transparencia ni regeneración democrática que valgan. El caso es que, allí, sentado en el Tartiere, pasan ante mí exabruptos, sentencias, filias y fobias. El enésimo debate que ahora zumba alrededor de mis oídos gira en torno a Toché, el delantero fichado esta temporada por el Real Oviedo con el fin de disparar la cotización de nuestro equipo en el Ibex-35 de los máximos goleadores.

Lo mejor, como casi siempre, de esta nueva polémica es que no hay término medio: unos dicen que su fichaje es un acierto hasta elevar el tono de tal manera que se gustan a sí mismos comparándolo con la ocasión en que el Barcelona fichó al sueco Larsson. Otros afirman prácticamente que es un tuercebotas. Que da pena verlo hasta correr y que si mete goles es por mera insistencia. La verdad es que esto último, lo de insistir, no es mala cosa para un delantero. Más allá o más acá de sus características técnicas, los delanteros se dividen en dos: quienes poseen el don de la oportunidad y quienes perseveran hasta aburrir a los defensas.

Toché es alto y tieso como un centurión romano. Piernilargo como un alce. ¿A ver si va a ser la reencarnación del que se paseaba por las calles de Cicely cuando todos los personajes de "Doctor en Alaska" habían desaparecido?

Voces autorizadas en esto del fútbol me han asegurado que es mejor futbolista de lo que parece. Que es como decir que Superman se disfraza de Clark Kent para salvar el mundo y no al revés. Y en algo coincide con Larsson: aparte de ser delanteros, ambos son dos trotamundos, han jugado en diversos clubes a lo largo de su carrera, superando, eso sí, el oviedista al sueco por dos equipos de ventaja. Toché: once. Larsson: nueve.

Atlético de Madrid, Numancia, Hércules, Valladolid y Deportivo de La Coruña son algunos de los clubes donde ha militado el delantero de Santomera (Murcia).

Los aficionados más patriotas dirán que un tipo así no puede sentir los colores. Esgrimirán ese infausto sustantivo: mercenario. Pero qué quieren que les diga: desde cierto punto de vista todos somos mercenarios. Además, como dijo el gran Vázquez Montalbán, a este paso en el fútbol uno ya no se podrá fiar ni de la hinchada.

Como un Corto Maltés de andar por casa. Como un Ulises en botas de tacos, Toché se ha dedicado a conocer mundo y vivir aventuras. La comparación con el héroe griego no es tan exagerada. Al fin y al cabo, el Campeonato Nacional de Liga es como una Ilíada y el periplo individual de cada futbolista, incluso el de cada uno de nosotros, es fácil verlo como una Odisea. No en vano, y he escamoteado este dato para el final, Toché jugó en el Panathinaikos griego. Y esto, para mí, más allá de los galones de un histórico del fútbol heleno, es un punto a favor del murciano. Hay equipos cuyo nombre suena tan bien -Panathinaikos- que, tengan la fama que tengan, les salva su nomenclatura. Más aún si, como es mi caso, y a pesar de sus desgracias, sigo viendo a Grecia como un país de colinas míticas e islas encantadas.

Por cierto, en la plantilla actual del Panathinaikos figura Nano, exoviedista. Uno de esos extremos reconvertidos en laterales que, recuerdo, también trajo de cabeza al oráculo del Tartiere.

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