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Francisco

Veinte meses después de haber sido elegido, Francisco corre el riesgo de ser abducido por la frustración, ante las resistencias que despiertan sus tímidas reformas. Quizás le falte perspectiva (nunca es fácil verse desde fuera) para comprender que su gran innovación ha consistido en haber creado, con su estilo directo y campechano, las condiciones para que tanto sectores reaccionarios como progresistas le falten al respeto e intenten incluso tomarle el pelo (como en el asunto de las filtraciones). Francisco se ha despojado de modo voluntario de la impostación divinoide de los papas de siempre, de esa forma mayestática y lenta de moverse, de la manera ritual, solemne y campanuda de hacer uso del verbo. Ahora, una vez que ha desconcertado a todos fingiéndose franciscano, tal vez sería el momento de actuar con la férrea voluntad y decisión propia del verdadero jesuita que a fin de cuentas es.

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