La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El laconismo y otras virtudes

Déjenme tocar solo de lado ese terror que padecimos el fin de semana, fijarme en dos o tres cosas nada más. El dolor se maneja bien con laconismo; el presidente Hollande y su ministro del Interior se expresaron con concisión: un mérito. No es fácilmente evitable comparar cómo se expresan los políticos de diferentes países- ahora que alguien propone que no todos en según qué gremio cobren lo mismo, podríamos evaluar a nuestros políticos nosotros y administrar distintos salarios según lo hacen de bien; falta que el Senado se adorne con la presencia de sus legítimos ocupantes para que los veamos en acción. Pues eso, comparas. A mejor expresión, mejor perfil intelectual. Eso no es garantía de eficacia política, pero se agradece igual. La vicepresidenta del Gobierno de España se pasó un pelín en su emotiva comparecencia ante los medios para comunicar una noticia muy triste. Consciente de que se la estaba viendo pugnar por contener su emoción, se demoró. Sorprende que alguien que tan buenos reflejos ha tenido al desbaratar argumentos de parlamentarios mediocres- ¿cuántos hay?- ceda a la tentación de mostrarse muy humana. Un fallo. De hecho, aquí se demoran casi todos. Cada vez que la tele reproduce las declaraciones de algún político patrio, no las ofrece enteras. Hace bien; sobraron frases. Nuestro ministro del Interior, sin ir más lejos, se expresa fatal. Pero fatal. Tiene un montón de colegas que lo hacen bueno por ser aún más torpes. Pero se sigue expresando fatal.

Hoy más que nunca, enfatizó Pedro Sánchez. Qué manía. ¿Más que cuándo? ¿Nos hacía falta conciencia de lo que fue el terrorismo anteriormente, nos hemos despertado ahora, estuvimos tontos antes? ¿Qué quiere decir nunca en el vocabulario del candidato socialista? Elegir un tono solemne para una ocasión solemne está muy bien, pero hay que vigilar la sustancia. Rajoy, acostumbrado a hacer del hieratismo virtud, se mantuvo en su línea. Pareció que Artur Mas quisiera, en ocasión tan distinta de las que le han mantenido en el candelabro, mostrar empaque de estadista. No se sabe si va a tener oportunidad de mostrarlo en el futuro; no tiene pinta de haber leído Las amistades peligrosas, al menos recientemente. Es lo que choca al ver la foto de Obama frente a Putin en un lugar de Turquía, flanqueados por traductores y mirándose a la cara; se nota que no tienen tiempo para hablar de más. Y el sábado tenemos en el Bernabéu lo que otra gente llama a Virgilio: un clásico. ¿Cómo es que nadie ha dicho que, con la que está cayendo en materia de anuncios de desconexión, podría ser el último? Ah, es que ya sabemos que no lo va ser. Vale. Ya dijo Piqué, en lenguaje españolísimo, que esos partidos ponen cachondos a los futbolistas. Pues eso, pues vale.

Compartir el artículo

stats