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Cien líneas

Santuario

Sí, Lepanto. El domingo Francia bombardeó posiciones del Estado Islámico en Siria para despejar cualquier duda sobre su determinación. La declaración de guerra va en serio. Nada de retóricas. Y es que no cabe otra alternativa.

Más aún, el primer ministro francés, Manuel Valls, ha dicho que "hay que cerrar las mezquitas y las asociaciones que atacan los valores de la República". Así de claro.

La civilización occidental -liberal, democrática, cristiana...- exige iniciativas de ese tenor. Pero en España hablar de civilización occidental -y no digamos cristiana- indigna hasta la ferocidad a los progresistas reinantes y a los medios que, de forma abrumadoramente mayoritaria, están en sus mismas cuitas. Aquí sólo es posible la rendición.

Lo vimos tras los atentados del 11-M. Ocurrió exactamente lo contrario que en Francia. Pobre del que se hubiese atrevido entonces a cantar, como autoafirmación, el Himno Nacional como ahora, en el país vecino, entonan "La Marsellesa". En esta vieja piel de toro se culpó al Gobierno con un lema terrible: "¡Aznar, asesino!". Puro odio. Y ahí está, imparable, una televisión financiada por la teocracia iraní que lapida a las adúlteras y ahorca en público, desde grúas, a los homosexuales.

La diferencia es abismal. Ciertamente existen los Pirineos, que en realidad ya superan en altura al Himalaya.

Dicho de otra manera, España puede convertirse, si no lo es ya, en el santuario occidental de los yihadistas entre cómplices, tancredos, corruptos, idiotas y progres.

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