El presidente Bush tenía razón. Y antes, Samuel Huntington con su choque de civilizaciones, aunque nunca se atrevió a hablar de imperio que es la clave. Y lo mismo Francis Fukuyama, pero lo machacaron por el titular de su libro -una bobada puesta por un editor de lance- y todo quedó reducido a reírse del fin de la historia cuando en realidad apuntaba a una pax americana no planetaria pero sí para territorios decisivos.
Estamos como estábamos hace quince años. Ellos, los fundamentalistas islámicos, están muchísimo mejor.
Tenía razón Bush en atacar a los talibanes en Afganistán. Y a Sadam Husein en Irak. Pero no remató la jugada.
Ahora ya tienen un Estado y tal y como están las cosas, quizá más consolidado que otros, plagados de secesionistas. No miro para nadie.
Vienen a por Europa. Como será de gravísima la situación que algunos finos analistas dicen que lo menos malo es que Irán se haga cargo del horror mesopotámico y se convierta en el gendarme de todo Oriente Próximo. Al menos hasta las fronteras con Turquía y Arabia Saudita. ¡Y con salida al Mediterráneo!
La primavera árabe es endémica. Nadie sabe de su naturaleza salvo que se trata de un proceso de desestabilización tremendo. Y ahora llama con fuerte a las puertas de una Europa en crisis y por eso convertida en una fábrica de nihilistas: el abismo moviliza más que la luz.
Si los ciudadanos europeos, y lo mismo los norteamericanos, no soportan hacer la guerra tendrán terror cotidiano en la puerta de casa.