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La vida no es un número

Comparto prao con aficionados al footing que corren como si fueran robots, adosados a maquinitas que convierten media hora de placer en una ecuación imposible. Entre sudores son capaces de saber la distancia recorrida, la velocidad, los ritmos cardiacos, las calorías quemadas, el tiempo empleado, en milésimas de segundo, no se crean... Tengo una amiga que asegura llevar cuenta exacta anual del número de encuentros sexuales con su marido, y al final de 2014 entró en crisis porque por primera vez en su vida de pareja no alcanzó el centenar: se quedó -lamenta- en 97. Un desastre, pobre mujer... Adelgazamos la vida reduciéndola a un número. Puede que esta forma absurda de cuantificar la existencia nos dé seguridad efímera para encararla, pero convertir las emociones en dígitos, traducir las tristezas y alegrías en cifras es tarea para ociosos porque a los que se preocupan en vivir apenas les queda tiempo para ello.

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