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Palmada en la intimidad a Rajoy

Obama elogió el ajuste de cuentas que Rajoy le ha hecho a la economía española y a los españoles en general, según cuenta el propio Rajoy. Lástima. Para una vez que el mandamás del mundo le da una palmadita en el hombro, el acto queda reducido al ámbito privado de una conversación sin periodistas ni más fotógrafos que el oficial.

"(Hay que ver) cómo han cambiado las cosas en su país en estos años", dice Rajoy que le dijo Obama durante el breve encuentro que los dos presidentes mantuvieron en un descanso de la cumbre del G-20, allá por tierras de Turquía. La información bien puede reputarse de confidencial, aun en la hipótesis de que participasen en ella los intérpretes. Ni siquiera eso parece del todo seguro, si son ciertos los avances que Rajoy ha hecho en el dominio del inglés.

Los suspicaces, que por aquí son legión, se maliciarán tal vez la idea de que el jefe del Gobierno haya exagerado las alabanzas de Obama; pero no hay motivo para ese recelo. Aunque el americano sea un hombre al que absorben sus tareas de emperador del mundo, hay que suponerle más o menos enterado de cómo va la marcha de las finanzas españolas. Y de las italianas, las francesas o incluso las finlandesas, como es natural en un cargo de tan ciclópeas responsabilidades.

El caso es que Obama no desmintió lo que Rajoy dice que él dijo: y eso debiera ser suficiente aval bajo el principio de que el que calla, otorga. El presidente español podrá agregar, por tanto, esta imperial palmada de ánimo a las que ya le han prodigado el jefe de la Comisión Europea y otros colegas de la UE.

Todo es bueno para el convento -o para el partido- en vísperas de elecciones. Unas palabras de Merkel, por ejemplo, pueden acrecer la cuenta de resultados del partido conservador en la votación del 20 de diciembre.

Ahí Rajoy lleva ventaja, como cualquier otro presidente en ejercicio. El cargo permite alternar con gentes muy principales de todo el mundo. Juega también a su favor, en el caso de Europa, el hecho de que la informal comandante en jefe de la UE sea una lideresa conservadora, al igual que el británico Cameron. De hecho, los dos le han echado un cable en el delicado asunto de Cataluña.

No obstante, el Oscar de los elogios solo puede concederlo el presidente de los EE UU, que es quien manda en la Navy, en Hollywood y en Disneylandia. De ahí la importancia de la breve charleta que Rajoy se arregló para mantener con Obama en el encuentro del G-20: siglas que reúnen a los países con más poderío del mundo. Fueron apenas unos minutos, pero nadie ignora que el tiempo de un presidente USA se tasa a precio político de oro.

A Zapatero lo tuvo Bush a dieta de entrevistas durante más de cuatro años, aunque luego lo saludase ante las cámaras con un campechano "¿Qué tal, amigo?", pronunciado en español de Texas. Obama, que gasta por aquí una fama algo exagerada de socialdemócrata, no ha tenido en cuenta ese detalle fundamental del vídeo y el audio al darle la palmadita a Rajoy. De modo que ha tenido que ser Rajoy quien filtrase la exclusiva de que España va bien. Se lo dijo Obama.

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