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Decano de la Facultad de Derecho de la UIC Barcelona

Propuestas para remediar barbaries

El reto de integrar a los inmigrantes y las medidas contra potenciales amenazas

Quien, con gran coste humano, ha sorteado fronteras para alcanzar regiones prósperas del planeta desde su subdesarrollo de origen, sin obtener desafortunadamente el nivel de acogida y bienestar soñado, es posible que observe como un propósito loable la devastación de la civilización a la que se ha dirigido. Si a eso unimos la consideración del terrorismo como una actividad retribuida o la aspiración a un inmediato tránsito al edén en forma de inmolación, entonces habremos de coincidir que el asunto al que nos enfrentamos no es menor, porque algunas de esas personas desarraigadas, no especialmente bienvenidas en su entorno, con economías precarias y pasto de predicadores sin escrúpulos, puede que ya compartan con nosotros descansillo de escalera. No vemos sus caras en el lado opuesto del campo de batalla, sino en el portal, en la barra del bar a la hora del café o en el metro a hora punta.

Migraciones por motivos económicos siempre han existido. Al llamado primer mundo acuden cada año millares de seres en búsqueda de una mejor vida, o incluso simplemente de poder mantenerse. Se quedan en él cuando encuentran acomodo material. Y, en caso contrario, o retornan o ensayan éxito en otro lugar. Nos resultan familiares estas cosas, por los flujos de ida y vuelta que hemos tenido y tenemos con Iberoamérica. La novedad actual radica en que, aunque no se cuente con un soporte económico básico, nuestras estructuras sociales permiten hoy una supervivencia digna a todos, un logro indudable de Europa que nos supone un colosal esfuerzo fiscal, lo que se traduce en la innecesariedad de trasladarse a otros sitios para poder disfrutar de un contexto mínimamente propicio para el desarrollo.

Qué duda cabe de que el gran reto consiste en integrar con generosidad a los inmigrantes en la idiosincrasia del Estado receptor, permitiendo también su desenvolvimiento pleno en aquellos modos de vida que traigan consigo, siempre que resulten acordes con la cultura y el derecho del destino. Pero, como esta meta educativa y cívica es de largo recorrido, al tiempo de su puesta en marcha acaso se precisen otras fórmulas que garanticen la continuidad de nuestro modelo de libertades ante el riesgo de su desaparición o menoscabo.

En este sentido, no debe merecernos excesiva censura que la misma normativa que ha permitido la entrada de tantos emigrantes en las últimas décadas en las naciones europeas, conciba ahora medidas para disipar dudas acerca de la intención positiva de tal acogimiento o permanencia, persona a persona. Del mismo modo que existen procedimientos de regularización o nacionalización individualizados, ningún inconveniente puede haber a que se promuevan expedientes en dirección inversa, siempre que exista un grado lo suficientemente motivado acerca de la potencial amenaza para la seguridad del que resulte sometido a reconocimiento. En las democracias occidentales contamos con métodos a nuestro alcance para lograr este control: al margen de los servicios de inteligencia y unidades policiales, la supervisión administrativa o fiscal acostumbra a indagar todo fraude, en cada casa. Una tramitación exhaustiva y minuciosa, con escrupuloso respeto a los derechos de los afectados, nos puede ayudar mucho en este objetivo. Es claro, no obstante, que el final de estos procesos, además de la pérdida de nacionalidad, habrá de conducir a otras actuaciones en las que se precisan acuerdos con terceros Estados, no siempre posibles en términos económicos o políticos.

Ni que decir tiene que en un futuro próximo habremos de recorrer estos escenarios hasta ahora inexplorados, con las modificaciones legales que correspondan, para hacer frente al delicado desafío que hoy compromete nuestra misma subsistencia como sociedad. Lo que está en juego es eso. Por ello, y al tiempo de seguir reclamando de la comunidad internacional que intervenga con prontitud y determinación en los focos del problema -¿siguen existiendo los "Cascos Azules" de Naciones Unidas, por cierto?-, quizá proceda comenzar a mirar a nuestro patio trasero tratando de encontrar soluciones eficaces que despejen las serias incógnitas que se ciernen sobre nuestra forma de vida.

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