En estos momentos de tránsito entre el aire africano que no llegó (pese a la amenaza del Principado), y el aire polar que está por venir (dizque el fin de semana), hemos recibido las gentiles visitas de Dolores de Cospedal y Pedro Sánchez, bastante sosillas ambas, pues no estamos en precampaña, sino en París. Parece mentira que falte un mes justo para las urnas de 20-D, ya que todos nuestros políticos se han puesto a cantar la Marsellesa en lugar de cantar sus merecimientos. No obstante, De Cospedal tuvo algunas palabras para Rajoy, al que denominó "cirujano" (¿de riñón, próstata, menisco...?). "Cirujano" es apelativo, suponemos, que el PP le pone a su líder a ver si pasa a la historia como tal, como pasó con el "ingeniero social" Zapatero o el "guionista" de la Transición, o sea, Torcuato. El caso es que los suyos ya le llamaban hace unos meses el "cirujano silencioso", pero ahora ha roto a hablar e incluso quiere charla sobre intervenir en Siria. Lo malo es que cuando un político de derechas habla de guerra se le subleva buena parte de la población. Sin embargo, desde el antiguo régimen de Franco hasta Zapatero, y pasando por González o Aznar, resulta muy práctico hablar de política internacional en lugar de abordar los asuntos nacionales. Vamos, que al Ministerio de Sanidad se le ocurre decir que va a comprar vacunas de la tosferina para todos y casi pasa inadvertido. Lo gravísimo del suceso es que Sanidad manifiesta la colosal y reglamentaria torpeza gubernamental diciendo que los bebes muertos -con sus cuerpos todavía calientes- eran estadísticamente previsibles. Pero esto también pasa suavemente ante la mirada, porque el asunto principal es la geopolítica siroyihadista.
