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Sol y sombra

El signo de los tiempos

El resultado al final es el que es, porque nunca ha dejado de serlo y pertenece, además, a la propia idiosincrasia del personaje. Rajoy se esconde. Se esconde, dicen, para no hacer frente a sus adversarios políticos en los debates y lo hace, al parecer, también al escurrir el bulto y no prestarse de primera mano al juego con los aliados. El presidente del Gobierno -esto no es nada nuevo- necesita tiempo y cuando ese tiempo haya pasado ya habrán concluido las elecciones, y, en cuanto a los socios europeos, Rajoy habrá encontrado una forma de rendirse o rilarse como la de Zapatero, sólo que de manera pausada. Dolce.

Rajoy ha encontrado la manera de hacer campaña comentando partidos de fútbol en una cadena de radio. Si tuviera que elegir un ideal, escogería a Matías Prats antes que a Adenauer. De eso es lo único de lo que supuestamente no se esconde: lee el "Marca" y presume de ver dos o tres partidos de fútbol a la semana.

Todo esto que podría parecerle deprimente a cualquier persona sensible, ante los problemas que afronta la sociedad, está en el signo de los tiempos. Rajoy comenta un partido de fútbol, como un pánfilo cualquiera, ofreciendo una sensación absoluta de dejadez y frivolidad mientras Europa se reafirma dramáticamente sobre la necesidad de protegerse e incluso de ir a la guerra contra el yihadismo. Pero a cualquiera de sus adversarios políticos del debate de las cuatro esquinas, podría verlo el telespectador mañana mismo bailando o haciendo el payaso en "El Hormiguero", por ejemplo. Nadie escapa al espanto telegénico que, parece ser, da votos en una sociedad cada vez más iletrada y banal, huérfana de coraje y determinación frente al patético espectáculo de sus líderes, que no son más que un reflejo de ella.

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