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Cien líneas

Orígenes

Orígenes, que se desempeñó en la primera mitad del siglo III allá por Alejandría -y alrededores: el mundo antiguo- pasó a la historia porque para evitar los pecados de la carne se autocastró. Una medida tajante que le provocó, además de obvios problemas sexuales -lo que se evita por la tremenda suele volver por otro lado aún con más fuerza- serias dificultades en la Iglesia, ya que un emasculado no podía ser consagrado y, así, ascender por la jerarquía eclesiástica y, peor aún, no optó a la santidad de manera que ahí lo tenemos, reservado solo a las oraciones del día de los difuntos genéricos.

Erasmo dijo: "aprendo más de una página de Orígenes que de diez de Agustín". Vamos que no era un piernas.

Todo se agitaba entre la filosofía griega y los planteamientos cristianos. Orígenes fue encarcelado, torturado -¿no bastaba con los padecimientos que se inflijió a si mismo?- y muerto. De sus escritos apenas se conserva una mínima parte. Fundamentalmente el libro "Contra Celso". Ni siquiera siglos después lo dejaron en paz, Lutero y compañía lo odiaban por su afirmación del libre albedrío frente a la predestinación protestante. Y Roma, lo mismo, por su concepto de apocatástasis: en el fin de los tiempos, todos, pecadores y no pecadores, volverán a ser uno con Dios. Me parece una idea maravillosa.

(Para la terapia de esta semana, ya Adviento, se recomienda vivamente el villancico "caído se le ha un clavel / hoy a la Aurora del seno / ¡qué glorioso que está el heno / porque ha caído sobre él!". Es de Góngora).

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