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Cien líneas

¡Villabona!

Nos reíamos de Caunedo y compañía por encima de la indignación que provocaban sus sucios manejos. ¿Cómo es posible que el famoso abrelatas, aquel jefe del PP en el Nalón, anotase en su contabilidad paralela lo de "putiferios" y "putas y varios"? ¿cabe estupidez mayor? O también ¿en qué cabeza cabe hacerse fotos, tal que Caunedo, en un puticlub y haciendo una peineta a la cámara? ¿y qué decir de Pecharromán, su lugarteniente gijonés, fotografiado con un fajo de dólares en la mano y cara de avaricia extrema?

Pues bien, ahí tienen a la banda de El Musel, mucho peor. Muchísimo peor. Los contratistas levantaban actas -supuestamente, claro- de sus reuniones ¡y las firmaban! Y en esas actas se recogían mil trampas consumadas y las que planeaban hacer.

Los jerarcas de la obra pública asturiana -y nacional, de todo había- son aún más estúpidos que aquellos coroneles del PP que han sido cazados con sus manos en mil masas. Y sobre la cuantía, si los del putiferio se vendían por dos o tres mil euros, los de El Musel, por 250 millones.

La fiscalía anticorrupción ha recibido de una fuente anónima copias de 61 actas -supuestamente, claro- en la que se recogen todos los manejos. Hace un año la policía cerró una investigación y en enero la Audiencia Nacional se hizo cargo del caso. Ya saben, en 2014 la cuarta parte del fraude europeo en subvenciones correspondió a El Musel. ¡La cuarta parte de toda Europa!

Lo dicho: hay que duplicar, incluso triplicar, la cárcel de Villabona para encerrar a toda esa gentuza. Y la que está al caer.

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