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La caja tonta que atonta

Aunque muchos ya lo intuyesen, una investigación científica ha venido a demostrar que la televisión -consumida en grandes dosis- daña gravemente la inteligencia del espectador. Una conclusión de lo más alarmante si se tiene en cuenta que los españoles pasan una media de cuatro horas diarias tumbados en el sofá, o en donde sea, frente a la pantalla de plasma.

El estudio realizado durante 25 años por investigadores de varias universidades de California y Maryland sugiere que una exposición de más de tres horas a "Sálvame", "Mujeres y Hombres y Viceversa" o incluso un telediario provoca inevitablemente un "deterioro cognitivo" en quien la sufre. Al cabo de semejante tratamiento de choque, los telespectadores empezarían a tener dificultades para memorizar un número de teléfono o seguir el hilo de una conversación.

Ahora se entiende por qué se le llamaba "caja tonta" a la tele cuando, en efecto, ese aparato tenía forma de embalaje antes de convertirse al actual formato plano. El deterioro cognitivo al que aluden en su jerga los científicos no es sino la capacidad de atontar a la gente que, según sospechábamos, caracteriza al más popular de los medios de entretenimiento e información.

Todo esto ya lo vislumbraron, antes que los investigadores californianos, los promotores de la llamada Semana sin Televisión. Se trata de una logia de enemigos de la pequeña -hoy ya no tan pequeña- pantalla que viene convocando anualmente una huelga de aparatos desenchufados. De aparatos de tele, se entiende.

Los militantes de la TV Turn Off Network proponen siete días de abstinencia de la tele, a modo de ramadán audiovisual, bajo el lema: "Apaga la televisión y enciende la vida". Aducen que la tele engorda, atonta a los niños, disuade de la lectura y contribuye al embrutecimiento de la familia y de la población en general.

No por ello deja de tener la tele sus virtudes. Groucho Marx, por ejemplo, ensalzó sus propiedades educativas con esta confesión: "Cuando alguien enciende la tele en casa, yo me voy a otra habitación y me pongo a leer un buen libro. Así, y mientras esperaba a que mi mujer terminara de maquillarse, he acabado por adquirir una cierta cultura".

La televisión puede ser, además, un anticonceptivo de probada eficacia. Nueve meses después de que un célebre apagón dejase sin luz -y por tanto, sin tele- a Nueva York, el número de nacimientos creció exponencialmente en los paritorios de esa gran ciudad. Se conoce que, a falta de teleseries y programas del corazón, los neoyorquinos optaron por otras actividades más placenteras recurriendo al uso de otro aparato.

Visto desde el asunto desde su lado negativo, el alto consumo de televisión en España -cuatro horas al día, dos meses al año- explicaría el bajo nivel de natalidad que tanto está comprometiendo el futuro de las pensiones. En la parte positiva habría que felicitarse, sin embargo, por la mejora del nivel de educación del país que ha traído la tele, de ser ciertas las teorías de Groucho.

Infelizmente, esos investigadores cenizos de California que se han pasado un cuarto de siglo investigando los efectos de la televisión sobre la mente, llegan ahora a la conclusión de que la caja tonta nos atonta al dejarnos el cerebro en barbecho. Será por eso que los candidatos a las próximas elecciones no paran de salir en pantalla.

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