El Centro de Investigaciones Sociológicas ha llegado con su esperada encuesta justo a tiempo para el inicio de la campaña electoral. Ofrece más información, y más precisa, que todas las publicadas hasta ahora. No obstante, siguiendo la costumbre, los grandes partidos la han recibido con división de opiniones. Sus datos refuerzan las estimaciones de otros sondeos dados a conocer en la última semana, aunque ciertamente tiene zonas de sombra. Realizada sobre una muestra de gran tamaño, es la única que proporciona una distribución de escaños por circunscripciones, pero sin desvelar la estimación de voto, de manera que resulta imposible hacer conjeturas sobre lo cerca o lo lejos que está un partido de ganar o perder un escaño en cualquier provincia, máxime teniendo en cuenta que el margen de error de las muestras de cada circunscripción es bastante elevado.
Lo que sí deja claro la encuesta del CIS es que los electores siguen en movimiento. La participación prevista supera en varios puntos a la registrada en 2011. Los votantes de entonces volverán a pasar por las urnas y un tercio de los que se abstuvieron aseguran que esta vez votarán. Pero el 41% de los que declaran que irán a votar confiesan que aún no han decidido por qué partido lo harán. Los socialistas, junto con los abstencionistas, son los más indecisos. Las dudas de estos votantes se reparten entre todas las opciones posibles, aunque las más frecuentes son aquellas que implican a los tres grandes partidos con Ciudadanos y Podemos. Sólo el PP consigue retener a más de la mitad de sus votantes en las anteriores elecciones generales. Todo esto indica que amplios segmentos de votantes están decidiendo si se desenganchan de los partidos a los que permanecían anclados, sin sentirse seguros de lo que deben hacer con su voto.
La incertidumbre es total respecto al resultado de las elecciones y a la composición del próximo gobierno. Pero el favorito indiscutible es el PP. A pesar de que el porcentaje de encuestados que manifiesta simpatía hacia el PSOE y que preferiría que ganaran los socialistas es ligeramente superior, el 52% cree que el partido más votado será el PP, pronóstico en el que coinciden la mayoría de los votantes del PSOE. Todas las encuestas sitúan al PP en primer lugar, con un apoyo electoral próximo al 30%, que procede en gran parte de los votantes de más edad y de la España del interior. La encuesta del CIS constata que la victoria del PP se está fraguando en las provincias menos pobladas, que eligen hasta cinco diputados. Son la mitad de las circunscripciones, en ellas se reparte casi un tercio de los escaños y es ahí donde el partido del gobierno está marcando las mayores diferencias, que compensa de algún modo su retroceso en las áreas urbanas de mayor densidad. Así se entiende que mientras los candidatos de PSOE, Ciudadanos y Podemos dirimían entre sí el liderazgo del cambio político que demanda la sociedad española, llamando la atención sobre el atril deshabitado que habían colocado a su izquierda en el escenario de su primer debate televisado, Rajoy dedicara su tiempo a hacer una pequeña gira por tierras castellanas, cargada de intencionalidad política, sin aparente preocupación.
De los votantes de 2011, el porcentaje más elevado con el voto ya decidido corresponde al PP. Podría bastarle con el apoyo de esos votantes para ganar las elecciones. Pero un tercio de los que votaron al PP entonces tienen puesta en un platillo la recuperación económica y la estabilidad, en el otro la corrupción, y la mayoría de ellos sopesa si castigarlo por esto último dando su voto a Ciudadanos, un partido depredador, que está seduciendo a votantes socialistas y de todos los colores y que, crecido por un resultado incluso por encima de sus expectativas, podría no conformarse con un papel secundario en el nuevo sistema de partidos que está configurándose. Veamos, la fiesta electoral no ha hecho más que empezar.
