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Los gabachos, testigos de cargo de los temas españoles

Algunas críticas de los franceses a nuestra historia moderna

El gran Dionisio de la Huerta sostenía que lo más valioso del Descenso del Sella no es ni la fiesta ni la competición; es algo que nos pasa desapercibido a los asturianos, que sólo captan los forasteros de Asturias: la belleza singular del paisaje, entre Arriondas y Ribadesella. Los clásicos antiguos ya privilegiaban la visión de los forasteros, y Platón llega a referirse al "divino extranjero". Según este punto de vista, para conocer lo mejor y lo peor de Asturias, nada como leer la magnífica antología "Asturias vista por viajeros?", de José Antonio Mases. Premio Alfredo Quirós 1999-2000. La visión de los extranjeros sobre Asturias, o sobre España, es muy válida, a pesar de las barbaridades que se les escapan. Así, Hans Gadow, en su crónica "Por el norte de España" (1897), dice de Llanes: "Podría ser un lugar ideal de veraneo si no fuese porque no hay playas a lo largo de su costa caliza azulada, cuyos acantilados suben vertiginosamente hasta una altura de cien pies".

Pero el extranjero por excelencia, el testigo privilegiado de todas nuestras glorias y miserias es el gabacho, son los franceses, cuyos juicios sobre temas españoles merecen siempre la mayor atención, aunque, a veces, aparezcan distorsionados. Así, por ejemplo, el gran triunfo español en el Eurobasket el pasado verano apareció empañado, en algún periódico francés, por la insinuación del posible dopaje de algún jugador de la selección española de baloncesto. ¿Por qué estas injustificadas sospechas de nuestros vecinos? Sin duda, por la desastrosa y decepcionante gestión española, hace unos años, de la llamada operación "Galgo", sobre dopaje en un sector del atletismo español, cuando la Guardia Civil, cumpliendo con su deber, interceptó un tráfico de anabolizantes, esteroides, hormonas, bolsas de sangre, epo y otros productos de laboratorio. En contraste con la lamentable actitud de las instituciones españolas en la operación "Galgo", por los mismos años, la Agencia Antidopaje de los Estados Unidos desposeyó al ciclista Lance Amstrong, acusado de dopaje, de los siete Tours consecutivos (1999- 2005) y de una medalla olímpica (Bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000).

La historia la escriben los vencedores. Por eso, los franceses, con mayor fortuna que el maltrecho imperio español, consiguieron convertir en oficial una versión totalmente distorsionada de las luchas en Florida, en el siglo XVI, entre Pedro Menéndez de Avilés frente a Ribault y Laudomnière. Pedro Menéndez era genial como estratega y como marino. Baste recordar que hizo con los franceses en Florida lo mismo que los ingleses, después, nos armaron con la Invencible: dejó que una tormenta tropical diezmara las naves francesas, para después él rematarlas. Hay que recordar que la lucha en la selva o los combates marítimos dificultaban enormemente la conservación de los prisioneros. Sin embargo, mientras Pedro Menéndez -siguiendo instrucciones de Felipe II- ejecutaba a los herejes, hugonotes o calvinistas, y respetaba la vida de quienes se declaraban católicos, en cambio Ribault y Laudomnière no hacían distingos entre los prisioneros españoles, llegando en alguna ocasión al exterminio total de los mismos.

El 24 de agosto de 1944, la 9ª Compañía de la División Leclerc liberó París, con unos ciento cincuenta republicanos españoles al frente, conduciendo tanquetas con nombres inequívocamente hispanos, como Guernica, Brunete, Don Quijote, Guadalajara, Teruel, Ebro? La historiografía oficial francesa procuró ignorar durante sesenta años a estos soldados, que llevaban en la solapa la bandera de la república española. El primer reconocimiento oficial significativo tuvo lugar en 2004, sesenta años después, y culminó en 2010, con un gran homenaje. "Estos españoles son los héroes olvidados de la victoria de los aliados contra la barbarie nazi", afirma el comunicado oficial del Ayuntamiento de París. El capitán de la 9ª Compañía Raymond Dronne describió muy bien a estos perdedores de la Guerra Civil española, pero vencedores de la Wehrmacht nazi: "Eran hombres muy valientes, difíciles de mandar, orgullosos y temerarios."

El último episodio español donde la torpeza de nuestros dirigentes llena de estupor a nuestros vecinos galos es la situación actual del problema catalán. Los franceses no pueden entender que se haya transferido, sin limitaciones, la educación y la política lingüística a los nacionalistas. No puede culparse a los nacionalistas por su búsqueda constante de la independencia; sería como pretender que los gatos no persigan a los ratones. La responsabilidad está enteramente en los gobiernos de Madrid. Es una feliz realidad la recuperación de la cultura catalana tradicional, pero no son menos catalanes los textos en castellano de Josep Pla que los que escribió en la lengua de Mosén Verdaguer, del mismo modo que no es menos asturiano el mito de "Adiós Cordera", escrito por Clarín en castellano, que "Nel y Flor" de Pepín de Pría, en lengua vernácula.

Los textos legislativos franceses vinculan la unidad de la nación a la presencia de la lengua oficial en todo el país. Ya expresaba esto mismo Ortega y Gasset en la discusión parlamentaria del Estatuto Catalán, en la 2ª República (13-5-1932): "Bien está y parece lo justo que convivan paralelamente las instituciones que el Estado allí tiene y las que cree con su entusiasmo la Generalidad".

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