Cada campaña electoral se convierte en un "road movie" para los políticos, que se echan la casa a la espalda y se ponen en ruta como chamarileros para venderle al pueblo su todo a cien, con propuestas que se repiten más que la morcilla matachana. Tan pesado resulta el esfuerzo de quince días de la ceca a la meca que la mayoría acaba tan hecha trizas como las toallas de Eduardo Manostijeras. Con el hastío creciente, las campañas se hacen más largas que la infancia de Harry Potter, de manera que hay candidatos que llegan a la jornada de las urnas con peor cara que una merluza de Sudáfrica después de tres días en un supermercado. Y luego están los mensajes, que más parecen psicofonías, con un vocabulario más corto que el del Correcaminos. A los políticos asturianos hay que pedirles iniciativas concretas y viables, que hay gobiernos que se estiran menos con esta región que el portero del futbolín de Bertín Osborne.
