Es notoria la maldad -y cierto punto de crueldad- contenida en la fórmula "operación Menina", que es la que Pablo Iglesias utiliza para pronosticar que el PP y Ciudadanos pactarán después del 20-D y que la principal moneda de cambio será la sustitución de Mariano Rajoy por Soraya Sáenz de Santamaría en el liderazgo de los populares, o sea, que a la Moncloa habrá de ir la pucelana, que, a su escueto modo -ni una mala palabra, ni una buena acción-, es siempre capaz de decir cosas poco veraces, o simplemente no decirlas, con una expresión de simpatía en el rostro. En eso, con De Santamaría no cambiaría demasiado ese despreocupado e indolente estilo de gobierno del PP, pero es cierto que entre los leprosos del partido ella es la que más dedos conserva, o sea, que no ha metido la mano en el cajón de los panes y sobresueldos del PP. Por lo demás, la "operación Menina" viene a dar por supuesto que Rivera pedirá el cráneo de Rajoy para dar una señal de que el país será gobernado con ánimos reformistas, pero la predicción de Iglesias menosprecia lo difícil que sería exigirle a un político que se vaya cubierto de ignominia. Por mucho que Rivera admire a Adolfo Suárez, incluida su retirada de enero de 1981, no esperará que Rajoy sea enviado al espacio exterior por su partido, ni que se deje, aunque sobre el PP siempre se detecta un halo de descomposición como representante de la derecha sociológica. Sin embargo, y al menos hasta Ciudadanos, nada lo ha sustituido. Por cierto, Iglesias formuló su "operación Menina" después de ser increpado por Celia Villalobos, ejemplar excelso de lo mejor del PP.
