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Desde Pekín a París, golpes contra Asturias

Las causas de la decadencia económica del Principado

Conviene observar cuál es la causa fundamental de lo que podríamos titular "¿Por qué surgió la decadencia económica de Asturias?". El auge de esta región, en lo económico, se debió básicamente a la vigencia del planteamiento básico del modelo castizo de nuestra economía, el que se fundaba en la existencia de cuatro pilares: el proteccionismo de nuestra producción agrícola e industrial, el intervencionismo del Estado, que culminaba con la ampliación de empresas del sector público; el corporativismo, que mostraba continuos conjuntos en los diversos sectores productivos, con lo que se eliminaba todo lo posible la existencia de competencia en el mercado, y, finalmente, las grandes facilidades derivadas de que el sector financiero tenía como base un Banco de España con facilidad crediticia en ese terreno, porque España no pertenecía al patrón oro y el banco emisor, además, era privado y en su Consejo de Administración se sentaban los miembros más importantes del sistema bancario privado.

Cuando contemplamos el caso de Asturias vemos los siguientes componentes derivados de este cuidadoso planteamiento de la vida económica española, que así asentaban las ventajas que la región lograba. El proteccionismo se encuentra detrás del carbón. El intervencionismo estatal y sus empresas públicas se hallan, no ya en la Fábrica de Trubia, sino en lo que supuso Ensidesa, y más adelante con la estatificación de la minería del carbón. En el corporativismo basta citar la existencia, por ejemplo, para Duro Felguera y la Fábrica de Mieres, de la Central Siderúrgica de Ventas. Además, en el Banco de España, aparte de su puesto en el Banco Hispanoamericano, se sentaba una persona clave del Banco Herrero.

La población de Asturias, en lo político, se vinculaba con el mantenimiento de todo esto. Pensemos en textos de Leopoldo Alas Argüelles, o recordemos los enlaces de Melquíades Álvarez con Cambó en el asunto de escaparse de los impuestos sobre los beneficios extraordinarios logrados por las empresas en la I Guerra Mundial. Más adelante es significativa esta anécdota, en la etapa de la II República, que me relató Iborra, un empresario valenciano exportador de productos agrarios. En aquella ocasión el hecho fue el siguiente: "Habíamos logrado convencer al Gobierno de que decidiese rebajar algo la presión sobre el carbón inglés, a cambio de que el Reino Unido permitiese una importación de patatas valencianas. Pero, en esto, voy a la tribuna para el público en el Congreso de los Diputados, y veo que camino de sus asientos como miembros del mismo, cogidos del brazo y charlando de modo afectuoso, iban Fernández Ladreda y González Peña, o sea, Acción Popular y el Partido Socialista. Al contemplarlo lo que se me ocurrió fue: ¡Adiós al tratado con Inglaterra!"

Todo eso existió hasta 1959. Pero desde entonces ese modelo se ha desmantelado y no existe actualmente. Asturias da la impresión de que no lo ha percibido y ahora vemos la crisis actual que por ello existe. En estos momentos Asturias ha de admitir que se han abierto las fronteras y que tiene que tener en cuenta lo que plantea Europa; que la política china es capaz de golpear a Navia y también que los chinos, además, son capaces de poner en peligro los rendimientos del acero y de otras empresas metalúrgicas. La Comunidad Europea parece que puede exigir novedades en relación con la producción carbonífera, y por si ello fuera poco, la reunión reciente en París sobre el cambio climático se convierte en otra preocupación para la concreta y tradicional producción asturiana. La comodidad especial crediticia tras la crisis de las cajas de ahorros, la estatificación del Banco de España y sus decisiones actuales, el saneamiento general bancario español, y que España ha entrado en el Fondo Monetario Internacional y que además pertenece al área del euro; con todo ello se ve que las consecuencias en el campo financiero son radicalmente nuevas.

Todo eso conviene tenerlo en cuenta para reformar la economía del Principado convirtiéndola, y ello es posible, en una pieza de esa liquidación, porque del pasado sí mantiene algo muy positivo. Como señaló Marshall los distritos industriales, y el de Asturias lo fue, mantienen una serie de realidades permanentes por lo que se refiere a los servicios, a ciertas infraestructuras, a un talante de la población activa, a unas posibilidades de asimilación de inversiones que llegan de fuera. Todo eso lo tiene Asturias, y eso es lo que hay que tener en cuenta.

Pero sobre todo lo que hay que tener presente es lo que llamaríamos el talante de Jovellanos. Él percibió que el mundo creaba la Revolución Industrial, y por eso buscó, desde el Instituto de Gijón a sus interacciones sobre el carbón asturiano, enlazar con lo que llegaba. Ahora estamos en otra situación radicalmente nueva y hay que hacer lo que el gran gijonés planteaba en todos los terrenos. Esperemos que los elegidos en las elecciones próximas en Asturias lo perciban. Creo que hay seguridad, por ser profesora de Economía en la Universidad, en el caso de Susana López Ares. Quien lo ignore y se dedique a otros planteamientos convendría a los asturianos que pensasen antes de elegirlo.

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