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Joaquín Rábago

Entre la experiencia y el voto útil

Unos apelan a la experiencia; otros, al voto útil. Y ambos buscan la continuidad de un cómodo bipartidismo que, justificado por la estabilidad del sistema, ha terminado siendo letal para nuestra democracia.

Experiencia, dicen los primeros, y uno se pregunta: ¿En qué? ¿En la politización de las instituciones? ¿En la manipulación de los medios de titularidad pública? ¿Experiencia en los favores a los bancos, en el paso a manos privadas de grandes empresas que eran públicas y con frecuencia rentables para colocar en ellas, con sueldos millonarios, a sus amigos políticos? ¿Experiencia en el cobro de comisiones, en las trabas a la justicia, en las recalificaciones de terrenos, en la destrucción de nuestras costas en beneficio de inversores sin escrúpulos, en la construcción de infraestructuras tan costosas como tantas veces inútiles?

¿Experiencia en el continuo ninguneo, a la hora de legislar, del adversario, en el abuso intolerable de la mayoría absoluta conseguida con promesas luego incumplidas, en la corrupción a todos los niveles y hasta el último momento y sobre todo en la no asunción de responsabilidades? ¿Experiencia acaso en eufemismos, en mentiras o medias verdades, en la manipulación del discurso, en llamar "reformas" a dar facilidades para el despido libre o "proteger nuestra seguridad" al hecho de promulgar leyes restrictivas de nuestros derechos y libertades?

Y frente a quienes nos han gobernado los cuatro últimos años, apelan los otros una vez más al voto útil, tratando de convencernos de que ya han aprendido de los errores cometidos, de que ya purgaron sus culpas, de que no volverán a admitir tampoco a ningún sospechoso de corrupción en sus filas.

Y esgrimen las conquistas sociales conseguidas en los años en que ocuparon el poder y que han hecho nuestra sociedad mucho más libre, mientras nos piden que olvidemos su negativa a debatir en el Parlamento la imposición desde Europa del equilibrio presupuestario, incorporado por unos y otros a nuestra Constitución casi con nocturnidad y alevosía. Una decisión que nunca debió adoptar un partido de izquierdas pues le ata las manos al limitar gravemente la capacidad del Estado de recurrir a estímulos fiscales e inversiones públicas para dinamizar la economía cuando más se necesitan. Una medida que, como hubo de reconocer aquel partido en una especie de tardío arrepentimiento, fue utilizada por quienes ganaron luego las elecciones para justificar y amparar legalmente sus recortes en sanidad, educación y otras prestaciones.

Unos apelan, pues, a la experiencia de gobierno; otros, al voto útil. Y, sin embargo, el domingo deberíamos acudir a votar sin miedo, asumiendo incluso riesgos, sin aceptar chantajes, pero sabiendo también dónde se sitúa cada uno de los nuevos.

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