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La segunda vuelta como "cordón sanitario"

La segunda vuelta de las elecciones regionales en Francia ha impedido al ultraderechista Frente Nacional ganar el gobierno en ninguna circunscripción. Es un hecho de extraordinario valor cuando la herida de los atentados yihadistas de París sigue viva y hace vacilar la fe en las libertades democráticas, postula el cierre de la nación a la solidaridad y cuestiona la integración europea. El ideario de Marine Le Pen, que lleva años ganando adeptos, le dio victorias abultadas en la primera vuelta regional, aunque sin mayorías suficientes. El lamado "ballotage" se comportó en este caso como garante de la democracia, auténtico "cordón sanitario" del modelo constitucional de la República y de sus instituciones frente al totalitarismo.

Por fortuna, en España no hay opciones ultras con fuerza elcctoral, ni siquiera con presencia estimable entre las ideologías concurrentes. Pero la ruptura del bipatidismo, que saludamos como benéfica oportunidad de cambio y regeneración, traerá consigo los pactos postelectorales para encastrar una mayoría de gobierno. Esos pactos, que hasta ahora fueron moderados y asumibles en supuestos de insuficiencia parlamentaria, pueden enseñar su peor cara después del 20-D: la del rechazo de cualquier compromiso por la estabilidad, o la negociación de pactos anómalos, incluso "contra natura", que desnaturalicen las propuestas programáticas hasta hacer aún más difícil la estabilidad que es necessaria para superar definitivamente la crisis, restaurar el empleo y afrontar armónicamente las reformas de la Constitución que casi todos dan por improrrogables.

Esa dinámica pactista puede ser positiva o distorsionante. En gran parte sería evitable con una segunda vuelta, correctora de las disfunciones del sistema electoral. No es el único elemento de garantía que falta en el sistema, pero sí el más fácil de incorporar con inmediatez. El voto prospectivo, tentativo o simplemente no emitido en primera vuelta es en la segunda un voto de convicción, definitorio de la voluntad de los votantes por encima de experiencias que dan ventaja a las opciones menos deseadas, también beneficiarias del "voto de castigo": o sea, el voto en contra que distorsiona en algún caso la opinión realmente mayoritaria de la ciudadanía. Francia acaba de salvar su prestigio y su futuro democrático gracias al "ballotage". No tenerlo en cuenta puede ser un indicio de necedad. O de mala fe.

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