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Sol y sombra

Gana la demagogia

No sé si por la acritud, la superficialidad o la irrelevancia de la discusión, Pablo Iglesias ha visto en el gran debate de la telecracia los vicios de la vieja política. Fue a hablar de putas "la Tacones".

El candidato más demagogo, soberbio e irreverente de cuantos conozco hacia al adversario, ha criticado la puesta en escena del "cara a cara" televisivo por sus invectivas y el reflejo que proyecta del pasado. Ahora imagínense por un momento lo que hubiera hecho Iglesias de tener en frente a Rajoy. ¿Habría debatido sosegadamente sobre el futuro de España? No. ¿Se hubiera arrojado a la yugular? Sí.

La nueva política es todavía peor que la vieja en la utilización de la demagogia. El Frente Nacional, por ejemplo, otro exponente del populismo en un extremo no tan opuesto como a simple vista podría parecer al de Podemos, practica la llamada nueva política. Gracias a las segundas vueltas electorales, un viejo mecanismo democrático, las regiones francesas se han librado del lepenismo. De lo contrario hubieran tenido que cargar con él y su insufrible carga demagógica filofascista.

La demagogia es lo peor que existe. Permite el éxito de las ideas contra la convivencia y utilizar en favor del demagogo discursos que en cualquier momento se pueden volver contra él. Siendo la corrupción un mal endémico en el PSOE, Pedro Sánchez acusó a Rajoy de corromperse. Iglesias lo hubiera hecho, pese a las subvenciones del despotismo bolivariano, Monedero o el último caso de la juez Victoria Rosell, investigada por bloquear una causa contra el empresario que mantenía negocios con su pareja. El líder de Podemos ha dicho que estaría orgulloso de tenerla como ministra de Justicia. ¿En eso consiste la nueva política?

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